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Actualizado: 6 de mayo de 2025


También se la figuraba que la enorme muralla de la casa del Cordón y la de San justo iban á reunirse, aplastándola en medio. Un supremo esfuerzo, una carrera en que el espíritu agitado, más bien que el cuerpo, parecía trasladarse, la llevó á la calle del Sacramento. Al fin vió una luz que se movía; era un sereno.

Con la resolucion que inspira un estado tan crítico y desesperado, determinaron hacer los últimos esfuerzos para romper el cordon; como en efecto lo consiguieron, y tambien escaparse la mayor parte, y entre ellos el perverso Ingaricona, uno de los principales instrumentos de aquellas alteraciones.

Al menos dijo , toma este talismán; póntelo y protegerá tu vida durante el combate; su efecto es cierto; fue mi abuela quien me lo dio. Ese mágico talismán es más fuerte que el destino... Créeme, póntelo. Y ella tendía a Kernok un saquito suspendido de un cordón negro. ¡Atrás esa loca! dijo Kernok encogiéndose de hombros ; ¿me has oído, Zeli? ¡a la cala!

Era esto, sin embargo, imposible; un largo y compacto cordón humano, compuesto de una muchedumbre heterogénea y abigarrada, llenaba de un cabo a otro la calle de Alcalá, cubriéndola en toda la gran extensión que por ambos extremos abarcaba la vista.

¿Preservativo tenéis contra diablos familiares? dijo doña Guiomar. , señora, contestó el señor Ginés de Sepúlveda, y ese preservativo es la medalla, que con la cruz dominica, que como sabéis es la cruz de la Inquisición, llevo pendiente de este cordón sobre el pecho. De suerte, que si yo llevara pendiente de la garganta esa medalla, libre de duendes estaría, dijo doña Guiomar.

Sin embargo, su rostro hubiera pasado por hermoso a no ser por la constante movilidad de sus pobladas cejas que se unían o se separaban, según la impresión del momento. Su traje no le distinguía en nada de un simple marinero; solamente llevaba dos áncoras de oro bordadas en el cuello de su grosera chaqueta, y un ancho puñal encorvado pendía de su cintura por un cordón de seda roja.

Había dentro una porción de objetos hacinados, entre los cuales metió la mano, sacando uno por demás extraño. Era una cruz ancha de cuero, llena de pinchos de bronce por uno de los lados y con un cordón para colgar al cuello. ¿Qué es esto? dijo dándole vueltas en la mano con asombro. Marta adivinó lo que era. ¡Déjalo, déjalo por Dios, Ricardo!... Se va a enfadar mucho María...

Subíamos lentamente, ellos delante, yo detrás, y aquellos menudos hilos de seda, pendientes de la espalda y de la cintura de Inés, flotaban delante de mis ojos. Como quien llega a la puerta del Cielo y tira del cordón de la campanilla para que le abran, así cogí yo entre mis dedos uno de aquellos cordoncitos rojos y tiré suavemente. Inés volvió la cabeza y me vió.

Al ir a comenzar el japonés su oración, se inclina y toca con este cordón un timbre que brilla junto al altar, excitando de este modo la atención de sus dioses.

Y en el cielo vi a una señora vestida de blanco, trenzando un cordón con la espuma del mar. Y yo me así del hilo, y el hilo se me reventó, y caí dentro de una cueva de ratones. Y en la cueva de ratones estaban tu padre y mi madre, hilando cada uno en su rueca, como dos viejecitos. Y tu padre hilaba tan mal que mi madre le tiró de las orejas hasta que se le caían a tu padre los bigotes.

Palabra del Dia

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