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Actualizado: 25 de junio de 2025


¡Virtuosa!..., ¡virtuosa! murmuró con cólera el joven . También lo eres sin necesidad de tales extravagancias... ¡No me compares a con María! Ricardo se puso a dar paseos por el cuarto, agitadamente y sin pronunciar palabra. Después volvió a la alcoba y tornó a sacar el cilicio del cajón, examinándolo con más cuidado. Parece que estos pinchos forman letras... Mira... ¿ sabes lo que dicen?

Verla Amparo, apoderarse de ella con ímpetu feroz, y dar un terrible golpe en la cara a su dueña, fué instantáneo. La Socorro cayó de la silla soltando cuatro chorros de sangre por los cuatro agujeros que los pinchos del instrumento la hicieron. El susto, para los que allí estaban fué grande, pues no habían advertido la disputa. Todos corrieron presurosos a levantar a la herida.

Había dentro una porción de objetos hacinados, entre los cuales metió la mano, sacando uno por demás extraño. Era una cruz ancha de cuero, llena de pinchos de bronce por uno de los lados y con un cordón para colgar al cuello. ¿Qué es esto? dijo dándole vueltas en la mano con asombro. Marta adivinó lo que era. ¡Déjalo, déjalo por Dios, Ricardo!... Se va a enfadar mucho María...

Tal vez estas vueltas sin fin, durarán hasta que, separada la bellota de su cúpula, ya completamente impregnada de agua, descienda al fondo del pozo para disgregarse y convertirse en lodo. Con frecuencia suelen hallarse sobre las orillas del arroyo extrañas bolas erizadas de pinchos como castañas en el árbol todavía; son agrupaciones de espinas que se han aglomerado rodando por el remolino.

Lo malo es que para llegar a este trance de la muerte tenemos que presenciar antes el brutal, largo y rudo suplicio del noble animal destinado a morir; tenemos que ver acribillada su piel con pinchos y garfios, que se quedan colgando, si no se los arrancan con las túrdigas del pellejo; y tenemos que contemplar asimismo la inmunda crueldad con que son tratados los infelices jamelgos.

En cuanto al macelo público don Rosendo se preguntaba con sorpresa cómo la villa podía consentir que existiese un foco de inmundicia como el actual, que era «un verdadero padrón de ignominia». Gabino Maza había estado escuchando con marcado desdén y disgusto desde su butaca, a cuantos habían hecho uso de la palabra. Revolvíase como si el asiento tuviese pinchos.

Para los demás, sin excluir a vuecencia, sólo tiene ortigas, aulagas, cardillos y cardos ajonjeros. Conque así no suene vuecencia con entrar en él para deleitarse, porque se expone a quedar preso y pegado con el ajonje, y a salir respingando, picado por las ortigas y todo cubierto de pinchos y de púas.

Todos los dibujos, pinturas y grabados que hemos visto que en verdad no son pocos representando la muerte del pecador, asunto muy rebuscado por los indios, se quedan muy chiquitos al lado del que hemos convenido en llamar cuadro, más bien por el marco que tiene que por el fondo, fondo que lo constituye unas cuantas libras de almazarrón, delineando la más completa colección de pinchos, ruedas y garfios que hasta entonces habíamos visto.

Así, por ejemplo, parece que atraía por medio de pinchos de metal los rayos y las centellas; que entendía la lengua de los pájaros; que conocía la fuerza oculta de la palabra humana y obraba por ella mil prodigios; que los genios le obedecían; y que era sabedor de todas las doctrinas mágicas de Enoch y de las que Abraham había aprendido en su patria, Ur de los caldeos, y de las que estudió Moises en los colegios sacerdotales de las orillas del Nilo.

Palabra del Dia

rigoleto

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