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Actualizado: 1 de septiembre de 2025
Vendían, juntamente con el raso y el organdí, encajes flamencos y catalanes, alepín para chalecos, ante para pantalones, corbatas de color de las llamadas guirindolas, y carrikes de cuatro cuellos, que estaban entonces en moda. El patrón era un irlandés gordo y suculento, de cara encendida, lustrosa y redonda como un queso de Flandes.
Novillo, en lo indumentario, constituía una réplica, algo rebajada, de su protector el duque, el cual le enviaba desde Madrid corbatas, cuellos postizos, calcetines y chalecos de fantasía semejantes a los suyos, aunque de clase inferior, y trajes, de paño catalán, imitados de los que él usaba, de paño inglés.
Y el cuidado y compostura que desplegaban los holgazanes que estaban parados delante de las ventanillas, según inveterada costumbre, arreglando sombreros y corbatas, indicaba además que la mujer era bonita: todo lo cual observaba desde la banqueta, don Jacobo Melín, con sonrisa filosófica.
Aquí las soberbias telas, tan variadas y ricas que la Naturaleza misma no ofreciera mayor riqueza y variedad; allí las joyas que resplandecen, asombradas de su propio mérito, en los estuches negros...; más lejos ricas pieles, trapos sin fin, corbatas, chucherías que enamoran la vista por su extrañeza, objetos en que se adunan el arte inventor y la dócil industria, poniendo a contribución el oro, la plata, el níquel, el cuero de Rusia, la celuloide, la cornalina, el azabache, el ámbar, el latón, el caucho, el coral, el acero, el raso, el vidrio, el talco, la madreperla, el chagrín, la porcelana y hasta el cuerno...; después los comestibles finos, el jabalí colmilludo, la chocha y el faisán asados, cubiertos de su propio plumaje, con otras mil y mil cosas aperitivas que Isidora desconocía y la mayor parte de los transeúntes también...; más adelante los peregrinos muebles, las recamadas tapicerías, el ébano rasguñado por el marfil, el roble tallado a estilo feudal, el nogal hecho encaje, las majestuosas camas de matrimonio, y por último, bronces, cerámicas, relojes, ánforas, candelabros y otros prodigios sin número que parecen soñados, según son de raros y bonitos.
Pedimos poco.... ¿Cómo pedir mucho, quien pide con miedo? ¿Cómo no tener miedo, quien se ve bloqueado de luces, fraques, corbatas blancas, y untos aromáticos, mientras que su bolsillo baja la cabeza, y oye estremeciéndose como el reo á quien se va á leer la sentencia? Pedimos poco, pero al fin pedimos....
Sus hijas se ocupaban a porfía en ponerle todo lo necesario a punto y en su sitio: la ropa acepillada; las camisas y los calzoncillos oliendo a frescura; las corbatas, hechas de vestidos viejos, tan flamantes como si saliesen de la guantería; las zapatillas en cuanto entraba en casa; el agua para lavarse los pies, los sábados; el cigarro al acostarse; el vaso de agua con limón a la madrugada, etc., etc.
Los «Tenorios» se llaman como sus amos; se dan su nombre y apellido; usan su papel timbrado, se ponen sus fracs, sus guantes, sus corbatas y sus camisas; la única nota discordante es el pie, el pie de un Tenorio es algo de melancólico: un pedícuro con cierto talento dramático podría escribir una tragedia más terrible que Fedra, con sólo estudiar el pasaje de su instrumento a través del pie de un joven high-life de color.
Unos enviaban sus hijos á Francia; otros á Suiza; el vecino de más allá, guiado por el deseo de excitar la envidia del compañero, empaquetaba su descendiente para Inglaterra: alguno llegaba hasta Alemania, y todos volvían de allá revolucionando las minas con sus cuellos y corbatas, haciéndose admirar por los trajes, y asombrando á sus madres con la costumbre del tub, del baño diario, del duchazo á cada momento, lo que escandalizaba á unas gentes que en su juventud dormían vestidas.
El joven Vargas hizo un movimiento olímpico de desdén. Mira, Jacinto, lo que yo sé es que en estos casos hay que mostrarse hombres y tener muñeca y saber vivir; al gringo le emplazo, como tú, para junio, y al portugués... la letra vence el 22. ¿Crees que de aquí al 22 de junio no me habré alzado con una suma suficiente para saldar mi deuda y comprarme corbatas?
El Duque, por su parte, afectando indiferencia absoluta por todas las cosas terrenales y celestiales, se preocupaba muchísimo de los jaquetes, levitas, camisolas, corbatas y, en general, por todo lo referente a la indumentaria. La variedad de prendas con que se presentaba, y lo original y aun estrambótico de algunas de ellas, llamaba poderosamente la atención del pueblo y deslumbraba a Venturita.
Palabra del Dia
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