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Actualizado: 1 de junio de 2025
No creía en los sastres de Vetusta y ni unas trabillas compraba en su tierra. Nadie era sastre en su patria. En verano prefería los sombreros blancos, los chalecos claros y las corbatas alegres. La esencia del vestir bien estaba en la pulcritud y la corrección, y el peligro en la exageración adocenada.
Los dos lacayos nos hicieron una marcada cortesía, procurando no deslucir la gravedad y el tono erguido de sus cuellos, decorados por las indispensables corbatas blancas. Nosotros contestamos al saludo como si quisiéramos decirles: ¿qué teneis que ver con nosotros? O como decimos en castellano: ¿quién os ha dado velas para este entierro?
Encargó á Madrid cajas de guantes y corbatas, suscribiéndose á dos periódicos franceses que traían revistas de salones. También hizo venir floretes y caretas con todos los restantes adminículos del juego de esgrima.
El gentío presentaba igual aspecto en todas las calles, como si la ciudad entera se hubiese vestido con arreglo al mismo patrón. Sombreros cordobeses de blanco fieltro o marineras de paja, cazadoras de color claro, corbatas rojas, y en todas las bocas un cigarro de a palmo. La Bajada de San Francisco era un torrente por el que rodaban sin cesar las oleadas de gentío.
Se cuenta el número de sus sombreros y se espía el color de sus corbatas. A esto hay que añadir que el espíritu infantil de Francisca le atrae numerosas enemistades. En un país de solteronas como el nuestro, Francisca lleva la imprudencia hasta burlarse continuamente de ellas.
Liberal antiguo, gran admirador de Martínez de la Rosa por sus versos y por la elegancia diplomática de sus corbatas, torcía el gesto al leer los periódicos y las cartas de su hijo. ¿En qué pararía todo aquello?... En el corto período de la República volvió el padre a la isla, dando por terminada su carrera. «La Papisa Juana», a pesar del parentesco, fingía no conocerle.
Se enamoraba de cuantas corbatas veía, y no pudiendo resistir a la tentación de comprarlas, llegó pronto a poseer una colección asombrosa: después le dio por los gemelos y trasladó a su cómoda toda una tienda de bisutería; después, por las boquillas de espuma de mar. Últimamente se enfrascó en la lectura de novelas: leía bueno y malo, cuanto caía en sus manos.
En las casas pobres suelen vestirse los hijos con la ropa desechada de los padres. Allí, por el contrario, le hacían a D. José chaquetas de los gabanes viejos de Melchor, y todas las corbatas de éste pasaban, después de usadas, a decorar el cuello paterno.
En las puertas y sobre las muestras de las tiendas brillaban los reverberos o las bombas, proyectando resplandores enérgicos que se derramaban profusamente en los escaparates llenos de sedas, objetos de nikel, cueros labrados, fotografías, frascos, botellas, estuches, corbatas, joyas, libros y cuanto el trabajo produce para que lo consuman las necesidades o la vanidad humana.
Jacobo, con la egoísta y rapaz avaricia con que moderaba todos los gastos de Currita, y la despótica autoridad que sobre ella ejercía, reprendióle agriamente aquel derroche de perlas, desperdiciadas en regalar corbatas a sus micos.
Palabra del Dia
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