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Actualizado: 19 de junio de 2025
El teniente mandó a un marinero que avisara al contramaestre, y, cuando vino éste, le dijo lo que tenía que hacer para llenar el aljibe con el agua de la lluvia. La cordialidad entre nosotros y los de fuera iba estableciéndose, pero aun no estábamos muy seguros.
Kernok subió con agilidad por la banda del brick y saltó sobre el puente. El contramaestre quedó impresionado de su palidez y de la alteración de sus facciones. Su cabeza desnuda, las ropas en desorden, la vaina sin puñal que pendía a su cintura, todo anunciaba un acontecimiento extraordinario.
Se detuvo un instante, como embelesada por dulces recuerdos. ¡Los días felices de la paz! añadió . Un domingo fuimos de campo; comimos junto al Sena para celebrar el ascenso de Alberto á primer contramaestre de su fábrica.... Dos semanas después estalló la guerra. El comisario hizo un gesto, que la vieja creyó de cansancio.
Por fin, a un nuevo grito del contramaestre, el baile cesó, restableciéndose el silencio como por encanto, y las hormigas volvieron, un momento después, a trepar laboriosamente las tablas, cargadas con sus pesados canastos y proyectando, bajo las ondas de luz, las negras figuras de sus cuerpos sobre la vaga sombra que cubría el suelo. ¡Los negros!, he ahí el mal terrible de la Martinica.
Por esta razón Zeli no tuvo el valor de reprochar a su capitán una ausencia tan prolongada y se acercó a él con un aire de interés respetuoso. Kernok abarcó el brick con una mirada rápida y vio que todo estaba en orden. Contramaestre dijo con una voz imperiosa y dura , ¿a qué hora es la marcha? A las dos y cuarto, capitán. Si la brisa no cesa, aparejaremos a las dos y media.
Después de una lucha en que quedaron en el campo varios combatientes, los holandeses, más en número, habían hecho meterse en el castillo de proa a los enemigos. Era el momento oportuno de apoderarse de nuevo del barco. ¿Y los chinos? preguntó Tristán. Los chinos han encontrado los barriles de opio y están en la cubierta borrachos, como muertos la mayoría contestó el contramaestre.
El contramaestre chileno apodado el Fraile iba de un grupo á otro protestando de esta inercia, pero sólo conseguía que los trabajadores riesen de él. Uno de los más viejos le contestó insolentemente: Tú no esperarás heredar al italiano... ¿por qué tienes, entonces, más interés que él en obligarnos á trabajar? Hace muchos días que no viene por aquí.
La tripulación terminaba los preparativos. El capitán prescindía ya enteramente de los convidados y, diligente y afanoso, recorría el barco de proa á popa fijando sus ojos escrutadores en el aparejo y cambiando rápidas palabras con el piloto y contramaestre. Los amigos de Velázquez, comprendiendo que era llegado el momento de partirse, quedaron otra vez graves y taciturnos.
Cristóbal Colón, capitán de Sus Altezas. Juan de la Cosa, maestre, de Santoña. Sancho Ruiz, piloto. Alonso Pérez Roldán, piloto. Maestre Alonso, físico, de Moguer. Maestre Diego, contramaestre. Rodrigo Sánchez de Segovia, veedor. Pedro Gutiérrez, repostero de estradas del Rey. Rodrigo de Escobedo, escribano de la Armada. Diego de Arana, alguacil mayor, de Córdoba. Diego Lorenzo, alguacil.
Es que la espalda de Lescoët estaba en carne viva; la piel caía en jirones hasta el punto de que el contramaestre se ponía la mano ante los ojos para que no le salpicase la sangre a cada golpe. Y veinte dijo con un aire de satisfacción mezclado de pesar, como una joven que da a su amante el último de los besos prometidos. O, si lo preferís, como un banquero que cuenta su última pila de escudos.
Palabra del Dia
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