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Dos cosas demandó el conquistador castellano á Almu'tamed: que le diese á Medina-Azzahra para residencia de D.ª Constanza que iba en su compañía, y que le dejase libre una parte de la mezquita mayor para trasladarse á ella la reina diariamente y dar allí á luz el fruto que llevaba en sus entrañas . Indignado el sarraceno dió la muerte por su propia mano al judío portador de tan insolente mensaje, y no contribuyó poco este atentado á que D. Alfonso, ardiendo en sed de venganza, estrechase á Almu'tamed con tan poderosos medios, que le hiciese preferir el entregarse con el ruinoso Estado andaluz en brazos de los almoravides.

¡Constanza monja! ¿Qué decís? ¿Tan terrible efecto le ha causado la pérdida de su padre? De su padre y del gallardo mancebo de rubios cabellos á quien adoraba. La muerte de este último es la que en verdad abre para ella las puertas del claustro.... ¡Á escape, Tristán! ¡Á Romsey! gritó Roger espoleando á su caballo, que partió como una flecha.

En cambio Roger se veía diariamente, una hora después de la de nona y otra antes de la oración, en compañía de tres lindas doncellas, sus discípulas; y lejos de parecerle la presencia de aquellas jóvenes cosa reprensible ni pecaminosa, sentíase más dichoso que nunca al instruirlas, contestar á sus preguntas ó sostener con ellas amena plática. Pocas discípulas como Constanza de Morel.

Solo diré que el triángulo de su territorio tiene su base sobre el Rin y el lago de Constanza, con sus lados limítrofes hácia San-Gall y Zuric. Las instituciones de ese canton son liberales y muy análogas á las de San-Gall; y, aunque no carece de regular industria, su riqueza principal es agrícola.

Fué fundada en 1385 por Ruy Fernandez de Córdoba, hermano de D. Gonzalo, primer señor de Aguilar, en la misma nave principal que la anterior y contra el mismo muro, ocupando los tramos catorce y quince. Yacen en ella el célebre veinticuatro Fernando Alonso de Córdoba, primer señor de Belmonte, y su segunda mujer D.ª Constanza de Baeza y Haro. Capilla de la Cena.

El resultado de sus meditaciones fué la resolución de no abandonar aquellas montañas sin conquistar lauros brillantes, que acabaran de hacerle digno de merced tan alta y felicidad tan cumplida cual podía prometerse el futuro esposo de la encantadora Constanza de Morel.

En cambio no permitía que sus otras dos compañeras mostrasen el más leve indicio de desatención ó rebeldía; una sola vez intentó Dorotea contradecir á Roger, y fué tanta la indignación de Constanza y tales sus reproches, que la pobre niña abandonó la habitación con los ojos llenos de lágrimas, lo que valió á Constanza la más severa reprensión que jamás recibiera del joven profesor.

Ulises se imaginó una gran señora, hermosa como doña Constanza. Cuando menos, debía ser marquesa. Su padrino bien merecía esto. Y se imaginó igualmente que sus encuentros debían ser por la mañana, en uno de los huertos de fresas inmediatos á la ciudad, adonde le llevaban sus padres á tomar chocolate después de oír la primera misa en los amaneceres dominicales de Abril y Mayo.

El horizonte es vasto y generalmente desapacible, como el de todos los lagos que, siendo considerables, carecen del magnífico marco de altas montañas en todas direcciones. Constanza es una plaza fortificada, si bien sus fortificaciones nada tienen hoy de formidables.

Constanza sufre, es muy cierto, le contestó Dorotea con picaresca sonrisa. Pero su enfermedad no es de las que matan. ¡No lo quiera Dios! exclamó Roger. Pero decidme, os ruego, ¿qué mal la aqueja? Uno que en mi opinión aqueja también á otra persona, cuyo nombre podría decir sin temor de equivocarme, repuso á su vez Luisa de Pierpont. Y vos que tanto sabéis ¿no adivináis su mal? No.