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Actualizado: 31 de mayo de 2025


En presencia de aquella costa francesa besó Roger el preciado velo que le diera la bella Constanza de Morel, y besándolo hizo el juramento de conquistar con su valor fama digna de tan noble dama, ó perecer en la demanda.

Por las noches, cuando sentía miedo en la cama, impresionado por la enormidad del salón que le servía de alcoba, le bastaba hacer memoria de la soberana de Bizancio para olvidar inmediatamente sus inquietudes y los mil ruidos extraños del viejo edificio. «¡Doña Constanza!...» Se dormía abrazado á la almohada, como si ésta fuese la cabeza de la basilisa.

Doña Constanza tuvo lepra enfermedad que en aquellos tiempos no perdonaba á las emperatrices , y Santa Bárbara curó milagrosamente á su devota. Para perpetuar este suceso, allí estaba Santa Bárbara en el cuadro, vestida con ancha saya y mangas de farol acuchilladas, lo mismo que una dama del siglo XV, y á sus pies la basilisa con traje de labradora valenciana y gruesas joyas.

Constanza, sostiene otras torrecillas mas delgadas, que alternan con las inferiores, y en vez de levantarse en los lados salientes se elevan en los entrantes y sostienen otra bóveda, plana y calada, bajo la cual se cobija una graciosa estatuita de N.ª S.ª en su Asuncion.

Intenta la reforma eclesiástica el concilio de Constanza; aborta esta reforma en Basilea, y Cárlos VII de Francia se atreve á ponerla en planta por medio de una pragmática sancion; pero de nuevo la deja frustrada el concordato de Francisco I con Leon X. Intenta la reforma religiosa Juan de Hus en Bohemia, y en la misma ciudad de Constanza es quemado como herege.

D. Juan Diego Martínez de Marcilla hijo de D. Martín Garcés de Marcilla y de D.ª Constanza Perez Tizon , profesaba desde sus mas tiernos años amorosa inclinación a Doña Isabel de Segura, hija única de D. Pedro Segura, amen de caballero muy rico: la sensible jóven correspondía tiernamente a la pasión de D. Diego, quien a la edad de veintidos años manifestó a su amada, que deseaba tomarla por esposa; Isabel le contestó que iguales eran sus deseos, pero que tuviera entendido no lo haría sin que sus padres se lo mandasen: esta prudente contestación encendió mas en Marcilla la llama de su amor, y buscando ocasión propicia, hizo entender sus deseos al padre de la enamorada Isabel.

Pero lo que mas realza este palacio es el nacimiento, á cuatro de julio de mil doscientos setenta y uno, de la infanta de Aragon, y despues Reina de Portugal, SANTA ISABEL, que fué hija de D. Pedro 3.º de Aragon, llamado el Grande, y de la Reina Doña Constanza hija de Manfredo rey de las dos Sicilias.

Llegado á los escalones que conducían al atrio saltó de su caballo, y apartando bruscamente á la sorprendida abadesa, dirigióse el doncel al punto donde se hallaba la novicia y extendiendo hacia ella sus brazos, exclamó con amoroso acento, en el que palpitaba profundísima emoción: ¡Constanza! ¡Roger!

Decíase también que era la única hija del barón de Morel y que mal podía poner los ojos en ella el pobre escudero, sin un puñado de plata con que pagar el caballo y las armas con que por primera vez iba á buscar nombre y fortuna en la guerra. Pero su amor por Constanza era su vida. Ninguna consideración, ningún obstáculo, podían hacerle renunciar á él. Era una hermosa tarde de otoño.

Lo primero que buscaban sus ojos en la capilla de Santa Bárbara era una arca clavada en la pared á gran altura, un sepulcro de madera pintada, sin otro adorno que esta inscripción: Aquí yace doña Constanza Augusta, Emperatriz de Grecia. El nombre de Grecia tenía el poder de excitar la fantasía del pequeño.

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