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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Dime con toda franqueza, amigo Roger, exclamó de pronto, si no te parece como á mí que la bella Doña Constanza anda estos días entristecida y pálida, cual si la atormentase ignorada cuita. Nada he notado, contestó Roger sorprendido, mas bien pudiera ser como lo dices. Oh, sin duda.
Un vapor podía llevarlos a Suiza, otro a Constanza, y prefirieron la tranquila ciudad alemana del famoso Concilio, yendo a instalarse en el Hotel de la Isla, antiguo monasterio de dominicos. ¡Cómo se conmovía Febrer al recordar este período, el mejor de su existencia!
Pero es de notar una curiosa diferencia: miéntras que las mayores alturas de los Alpes se hallan al sur, de modo que sus grupos y eslabones van decreciendo á medida que se acercan al norte, hácia el lago superior de Constanza, las cadenas regulares del Jura, derivadas de los Alpes saboyardos, son mas bajas al sur y se elevan a proporcion que se acercan al Rin en la direccion norte.
Desde ayer me devano los sesos tratando de averiguarlo; no es Doña Constanza doncella que oculte sus amores, si los tiene, y por consiguiente el galán debe sernos conocido. Pero ¿á quién ve y habla ella, además de sus padres, sus dos amigas y la servidumbre del castillo?
¡Hola! exclamó el barón. ¿Y cómo es eso, Roger? Debo confesároslo. Amo á mi señora Doña Constanza, vuestra hija, con el más puro y profundo amor.... Me sorprendes, doncel, dijo el barón frunciendo el ceño. ¡Por San Jorge! ¿sabes que es muy noble nuestra sangre y muy antiguo nuestro nombre? También lo es el mío, señor barón, y muy noble la sangre heredada de mis mayores.
Lo dicho, bella Constanza, estáis en mis tierras y no saldréis de ellas sin pagarme el tributo de vuestra hermosura. ¡Soltad, villano! exclamó ella. ¿Es esta vuestra hospitalidad? ¡Antes la muerte que cederos! ¡Soltadme, ó si no!... ¡Á mí, doncel! gritó desesperadamente al ver á Roger. ¡Amparadme, por Dios!
Así había sido doña Constanza, tal como aparecía en el lienzo, pelirrubia y con enormes ojos negros, guapetona, un poco llena de carnes, como conviene á una mujer acostumbrada á arrastrar mantos regios y que sólo por devoción accede á disfrazarse de campesina. La imagen de la emperatriz llenó su pensamiento infantil.
¡Vos! exclamó Roger apasionadamente. ¡Vos sois un ángel del cielo, mi único pensamiento, mi vida entera! ¡Oh, Constanza, sin vos no puedo vivir, como puedo dejaros sin una palabra de amor! Desde que os ví por vez primera todo ha cambiado para mí. Soy pobre y no de vuestra alcurnia, aunque de origen noble, pero os ofrezco un amor acendrado, una adoración constante y eterna.
Está dirigido á vos, señor barón y escrito, según aquí reza, "de mano de Cristóbal, siervo de Dios y Prior del monasterio de Salisbury." Lee pronto, Roger. El joven escudero recorrió con la vista las primeras líneas, palideció y lanzó una exclamación de sorpresa y dolor. ¿Qué es ello? preguntó el barón. ¿Vas á darme malas noticias de la señora baronesa ó de mi hija Constanza?
En Agosto de 1468 partieron de Sevilla su alcalde mayor Diego Ceron y Juan de Pineda escribano mayor y Juan Ramírez de Segarra y Francisco de Alfaro para ir á besar la mano y recibir por princesa de Castilla á D.ª Isabel. Trajo á la ciudad D.ª Constanza Manuel, dama de la reyna Católica la carta en que noticiaba el nacimiento de la princesa D.ª Isabel.
Palabra del Dia
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