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Actualizado: 19 de octubre de 2025


El clero los utilizaba para otros negocios. Las monjas venían á ser los intermediarios de otras conspiraciones de carácter más trascendental, puesto que tenían relación con el Estado. ¿Quién había de creer que en una carta dirigida á la abadesa de un convento, iba otra que debía entregarse por la abadesa á tal ó cual alta persona?

Pues he buscado á doña Catalina, cuya bondad conozco, á fin de que me sirviese para con vos de recomendación y ayuda. Bastaba vuestro nombre. No había necesidad de que nadie supiese que yo os buscaba; conócese mi nombre más que mi persona... y cuando se trata de conspiraciones... ¡De conspiraciones! ¡Se conspira! ¿Pero contra quién, caballero?

Don César no dudaba del buen éxito de su atrevida empresa; pero el maldito soplo tradicional en todas las conspiraciones habidas y por haber, vino a dar al traste con los proyectos del bravo caballero.

El escándalo hirió dolorosamente a la Condesa; pero, sin embargo, ésta siguió al desterrado, aceptando para ella también el destierro. Fuera de Italia, el Príncipe se había dado nuevamente en cuerpo y alma a las conspiraciones y a los amoríos. Hacía menos de un año que poco había faltado para que triunfara una tentativa de revolución en Rusia, ideada y dirigida por él.

Las fatigas hácense tan crueles, que unos mueren, los otros quieren volverse á su país. Kane se mantiene firme; ha ofrecido un mar, y preciso es que lo encuentre. Conspiraciones, deserciones, actos de traición, vienen á hacer más horrible la existencia de aquellos desgraciados.

Si los muros silenciosos de esa iglesia pudieran hablar, ¡qué bien contarían la historia de Colombia, desde las luchas de precedencia y etiqueta de los oidores y obispos de la colonia, desde las crónicas del Carnero bogotano, hasta las últimas conspiraciones y levantamientos! Más de una vez también la sangre ha manchado esas losas, más de una vez han sido teatro de luchas salvajes.

Quizás si las maldades que la Condesa veía urdir al Príncipe, las conspiraciones en que sabía estaba mezclado, la sangre que, según oía decir, se derramaba por obra suya, había aterrado a la pobre mujer, y deseosa de impedir que perseverara en su labor tremenda, podía haber sorprendido alguno de sus secretos, o un secreto que, no fuera suyo: ¿habría entonces, la rígida disciplina de la secta misteriosa, armado el brazo de aquel hombre y de su cómplice?

Aunque procurase todos los medios para alejar de tal idea, no podía menos de pensar muy a menudo que María jamás le había profesado un amor sincero y vehemente como el suyo; que había sido su novia por compromiso, por el influjo de las circunstancias especiales en que ambos se encontraban en Nieva; que tal vez ella se había engañado a misma, pensando quererle, pues si le hubiese amado realmente, nunca le hubiese venido la idea de meterse en conspiraciones ridículas ni mucho menos en proponerle odiosas traiciones; que María era una joven de mucho talento y gran imaginación, a propósito para brillar en el mundo o para acometer cualquier empresa religiosa o profana, con tal que fuese elevada, pero incapaz, tal vez por lo mismo, de la ternura de sentimientos, de la constancia, de la abnegación modesta y obscura que deben poseer las buenas esposas y madres.

No sabemos si después de haber profesado se la pasó el despecho, y se arrepintió de haberse apartado de un mundo, para encerrarse en otro. Ella no lo dijo á nadie. Al profesar, por una antítesis violenta con su carácter, tomó el nombre de María de la Misericordia. Desde que fué monja, empezó á conspirar por su cuenta y á sostener sus conspiraciones con su dinero.

Las conspiraciones cruzaban diariamente sus hilos que venían de diversos focos, y la unanimidad del designio hacía por la exuberancia misma de los medios, casi imposible llevar nada a cabo.

Palabra del Dia

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