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Actualizado: 24 de junio de 2025
No era el bueno de don Francisco el más rico americano de la Colonia; algunos millones más tenía don Frutos, pero al Vespucio de las Águilas «ni don Frutos ni San Frutos ni nadie le ponía el pie delante tocante al rumbo» y él era el único vetustense que hacía visitas en coche y tenía lacayos de librea con galones a diario, si bien a estos lacayos jamás conseguía hacerles vestirse con la pulcritud, corrección y severidad que él había observado en los congéneres de la Corte.
D. Martín estaba malhumorado y disputaba a cada jugada. D.ª Eloisa hablaba tranquilamente del caso. Ninguno, por estupendo que fuese, conseguía alterar el sistema nervioso de la buena señora. Su interlocutora D.ª Serafina seguía dirigiendo frecuentes miraditas y sonrisas a su capellán; pero éste se había puesto repentinamente serio, cejijunto.
El sentimiento unánime daba razón, por fin, a Roberto Vérod, que contra todas las apariencias había insistido en creer en el delito, y conseguía, por último, vengar a su amada. Y mientras los curiosos esperaban más tranquilos el momento de ver la última escena del drama en los debates públicos, Vérod era, sin embargo, el único que continuaba en la angustia.
Los criados llegaban por los niños, y era la hora de la lección. Mi tía se mostraba severa, fruncía el ceño, reprendía, amenazaba. Los chicos preferían que Angelina les tomase la lección. Ella, paciente y bondadosa, conseguía que los niños estuvieran atentos, y con una mirada o una caricia ponía orden en aquella turba de diablillos rubios, vestidos con faldellines de seda.
Pero la vieja se agarraba con ambas manos a la maleza, y el viento no conseguía mas que agitar sus cabellos rojos. Habiendo observado Divès que la leña que allí almacenaba, al cubrirse de nieve y mojarse por la lluvia, daba más humo que llamas, techó la torre con un cobertizo de tablas.
Ella se lo agradecía y, como en tiempo antiguo, procuraba aturdirse, no pensar en los peligros de aquella amistad; y lo conseguía mejor que antes. «Mi salud, pensaba, exige que yo sea como todas: basta para siempre de cavilaciones y propósitos quijotescos y excesivos: quiero paz, quiero calma... seré como todas.
Durante la guerra de la Independencia, el amo huía por miedo a las cóleras populares, dejando toda su fortuna confiada al compatriota, que era su servidor de confianza, y éste, en fuerza de dar gritos contra su país y vitorear a Fernando VII, conseguía que le respetasen y hacía prosperar los negocios de la bodega, que se acostumbraba a considerar como suya.
Quería que fuese de los felices, de los dichosos, de los fuertes. Ya que el mundo estaba organizado sobre la desigualdad, que figurase su hijo entre los privilegiados, aunque para ello tuviese que aplastar a muchos. Lo que no habían logrado la miseria y el triste destino de Feli, lo conseguía aquel chiquitín con sólo su contacto. Caía hecha polvo la herrumbre de su voluntad.
Había dormido y comido bien y se sentía dueño de sí mismo. Lo importante era hablar á Lea. Si lo conseguía, no desconfiaba de traerla á su partido. Ante todo era preciso saber qué se había tramado entre ella y Jacobo. Al detenerse el coche ante la casa, salió Sorege de sus meditaciones. Saltó al portal y subió vivamente la escalera.
Gracias a la nunca desmentida amabilidad del señor Balcarce, nuestro digno Ministro en París, conseguía con frecuencia entradas para la tribuna diplomática, donde, entonces como hoy, era necesario son palabras del doctor Cané «llegar temprano para obtener un buen sitio». La sala de sesiones de la Cámara de Diputados era realmente espléndida.
Palabra del Dia
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