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Actualizado: 8 de septiembre de 2025


No por cierto: una encomienda. Mirad, padre. Y Montiño sacó un estuche y le abrió. Pero eso es un collar de perlas dijo el padre Aliaga. Montiño, que no se había repuesto de su turbación, había tomado un estuche por otro, y había mostrado al fraile la alhaja que el duque de Lerma le había dado para seducir á la aventurera con quien se pensaba entretener al príncipe don Felipe.

Rosa estaba entre ellas, moviéndose con más ligereza y garbo que ninguna, luciendo su talle flexible, que aprisionaba un pañuelo de Manila, regalo de su señor tío el americano D. Jaime, y adornada la cabeza con otro colorado de seda, por debajo del cual asomaban los rizos de su negro cabello. Un collar de gruesos corales le ceñía la garganta, y pendientes largos de perlas colgaban de sus orejas.

Nadie había visto al joyero en las butacas, ni en el vestuario, ni en ninguna parte. ¡Y sin embargo le he visto esta tarde con Mr. Jouy! dijo uno. Y ha regalado un collar á una de las actrices... ¿A cual de ellas? preguntan algunas curiosas. A la mejor de todas, ¡la que seguía con la vista su Excelencia! Miradas de inteligencia, guiños exclamaciones de duda, de afirmacion, frases entrecortadas.

¡Señora duquesa! ¡señor conde! exclamó la joven dirigiéndose á ellos ¡cuánto siento haberos hecho esperar! Pero de repente doña Clara se detuvo. Los ojos de la duquesa de Gandía estaban fijos con espanto en ella. Doña Juana de Velasco estaba pálida y temblaba. ¡Qué joyas tan hermosas! dijo ; sobre todo... ese collar de perlas... y ese relicario... perdonadme... pero quiero ver ese relicario...

Pues el Alafrit, que es guarda de esos tesoros, que es favorecedor eterno de la familia de los Almohades, así como enemigo jurado de la tuya, sabe las virtudes del collar maravilloso.

Otro, menos profundo y amigo de explicar las cosas por lo natural y fácil, contradijo a sus compañeros, y probó lindamente, en un discurso de dos horas y media, que la tragedia la había motivado sin duda alguna la presencia de algún tremendo salteador que, burlando la vigilancia de los guardias y venciendo los obstáculos que cercaban la real estancia y sus jardines, había venido a despojar a la sultana del inestimable collar que llevaba en la garganta.

-Eso es -dijo Sancho Panza-, a lo que a me parece, haber salido a la vergüenza. -Así es -replicó el galeote-; y la culpa por que le dieron esta pena es por haber sido corredor de oreja, y aun de todo el cuerpo. En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete, y por tener asimesmo sus puntas y collar de hechicero.

La muchacha deslumbraba, efectivamente, con su traje de raso, falda verde y blusa amarilla; luciendo en el cuello sucio un triple collar de perlas; zapatos Luis XV, las mejillas brutalmente pintadas, y un desdeñoso cigarro de hoja bajo los párpados entornados. Cayé consideró a la muchacha y su revólver 44: era realmente lo único que valía de cuanto llevaba con él.

Tres damas se retiraron muy luego; pero no las señoritas Gunn, que el deseo de la señora Osgood de esperar a su sobrina, les diera motivo para quedarse, a ver el traje de aquella belleza rústica. Hubo para ellas un verdadero placer, desde el momento en que se abrió la caja en que todo olía a alhucema y hojas de rosas, hasta que el pequeño collar de corales quedó ceñido a su fino cuello blanco.

La noche era digna del día: en el cielo de aterciopelado azul centelleaban claras y vivas las estrellas; el gas de las innumerables tiendas con que Bayona explota la vanidad de los españoles pudientes y trashumantes, ponía a las obscuras manzanas de casas un collar de luz, y en los escaparates se lucían, con todos los tonos de la escala cromática, telas ricas, porcelanas y bronces caprichosos, opulentas joyas.

Palabra del Dia

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