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Actualizado: 18 de junio de 2025


Durante el camino, reclinado en los cojines del coche, fue componiendo en su mente dramático discurso, con el cual contaba conmover el corazón del monarca. Ensayaba la mímica y la voz, trocaba un vocablo por otro, rehacía toda una frase y, lleno de confianza, cumplimentábase a mismo por el hallazgo de un epíteto más culto o de un hipérbaton más elegante.

Los preciosos y bruñidos tafiletes, los grandes chales de algodon y seda, de colores vivos sobre fondo blanco, ó mezclados; los mil caprichos de dibujo y bordado en las mantas rojas de lana, en los cojines y sandalias; los bellos turbantes; la infinidad de joyas y objetos de adorno, de plumas, corales, rosarios, filigranas, cigarreras bordadas de hilo de oro y plata, y mil objetos de uso manual, todo eso despierta la curiosidad por sus particularidades, sus vivísimos colores y sus caprichos de forma, que dan idea del estilo de la industria en Marruecos y los paises vecinos.

Se marchó y yo me quedé como desvanecida en un sofá, con la cabeza en los cojines, dando vueltas al veneno que había vertido en mi pensamiento aquel monstruo que, según he visto claramente después, lo había combinado todo para impulsarme á un acto de suprema demencia. Un campanillazo me sacó de mi sopor y me hizo poner en pie. Miré el reloj y eran las siete. Abrí y vi á Juana.

»Recuerdo que precedieron a la fiesta largas horas de punzante inquietud, de ávida contemplación de mis flamantes y simbólicos arreos de batalla, tendidos sobre lechos, sillones y cojines: desde el menudo zapato de raso, hasta las flores de la cabeza, pasando por un océano de sedas, encajes, plumas y crespones; todo aéreo, todo casto, todo simple, como pedían y piden los estatutos de la Orden para una doncella de mi edad y condiciones, a quien no le es lícito, todavía, albergar malicias en su cabeza ni torpes sentimientos en el corazón; otras horas, no tan largas, en lo más recóndito de mi gabinete, entre menjurjes, abluciones y atildaduras de tocador.

Cerca de la chimenea, que era un verdadero horno, una señora de mediana edad y cuyas facciones acusaban fuertemente el tipo criollo, se hallaba sepultada en un gran sofá lleno de plumazones, cojines y almohadillas de todos tamaños. Un trípode de forma antigua, encima del cual había un brasero encendido, estaba colocado á su alcance, y aproximaba á él por intervalos sus manos pálidas y flacas.

Las damas que, habiendo empaquetado sus mejores vestidos y tocados en cartones, se arriesgaban a vadear los arroyos en tiempos de lluvia y nieve, sentadas a la turca sobre cojines y llevando su preciosa carga cuando no se sabía hasta dónde llegaría el agua , no es de suponer que contaran con que les esperaba un placer efímero.

Freya, tambaleándose bajo el rudo empujón, intentó aproximarse otra vez á él, enlazarse de nuevo en sus brazos, repetir su beso imperioso. ¡Amor mío!... ¡amor mío!... No pudo seguir. La tremenda mano volvió á repelerla, pero tan violentamente, que fué á dar de cabeza contra los cojines del diván.

Este ruido sacó al otro comensal de su ensimismamiento: era el gitano. ¡Francia, Blasillo! palabra ¡es un digno país! ¡País de hospitalidad! dijo Blasillo apurando un segundo vaso de champaña. El gitano miró, inclinó la cabeza hacia atrás recostándola sobre los cojines del diván, y soltó una carcajada. Y de la libertad continuó Blasillo en el mismo tono.

El niño penetraba en su interior todos los días para coger el huevo que una gallina misteriosa ponía sobre los cojines de bronceado guadamacil. A los diez años de edad Ramiro parecía tocado de Dios. Su madre le veía internarse, como un predestinado, en la aspereza y el recogimiento.

Ligero polvillo de carbón, procedente de la máquina, entraba por las ventanas, depositándose en los blanquecinos cojines y en el velo de percal que preservaba el respaldo de los asientos. A veces, contrastando con el tufo penetrante del carbón de piedra, venía una bocanada del agreste perfume de los encinares y las praderías, extendidas a uno y otro lado del tren.

Palabra del Dia

rigoleto

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