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Actualizado: 14 de julio de 2025
Las damas que, habiendo empaquetado sus mejores vestidos y tocados en cartones, se arriesgaban a vadear los arroyos en tiempos de lluvia y nieve, sentadas a la turca sobre cojines y llevando su preciosa carga cuando no se sabía hasta dónde llegaría el agua , no es de suponer que contaran con que les esperaba un placer efímero.
Se hacía necesario inventar cuanto antes otra cosa, porque los empresarios no se arriesgaban ya a contratar un espectáculo tan gastado, y ella no se decidía a abandonar su querido París... Mejor dicho, su marido o amigo, el lindo Raguet, era quien no le permitía abandonar a París. Este Raguet era un parisiense incurable.
La gruta era inexpugnable, á no ser por sorpresa. Los enemigos tenían que conformarse con vigilarla de lejos, pero cuando no oían salir de ella ningún rumor, cuando se arriesgaban á encaramarse hasta allí para contar los cadáveres, encontraban las galerías subterráneas completamente vacías. Los habitantes se habían escurrido de caverna en caverna hasta otra salida secreta oculta entre malezas.
El jefe del cuartelillo no se atrevía á registrar la iglesia, pero miraba de reojo á Mosén Jòrdi, un bendito capaz de permitir que escondiesen el tabaco en los altares á trueque de que le dejasen pescar en paz. Los ricos vivían con la espalda vuelta al pueblo, contemplando la extensión azul sobre la cual se arriesgaban las casas de madera que eran toda su fortuna.
A mí me gusta ser muy claro en mi vida; he sabido siempre en casos semejantes lo que otros arriesgaban y lo que yo mismo ponía en riesgo. Por fortuna, ni de una ni de otra parte se exponía nada muy preciado. Me gustan las cosas que se deciden prontamente y en igual forma se desenlazan. La felicidad, la verdadera dicha, es en mí una leyenda.
Los que vivían lejos del frente deseaban la paz con más impaciencia que los que arriesgaban su vida en él. Habían acabado por acostumbrarse al roce con la muerte. La guerra duraría lo que fuese necesario: cinco años, diez años; lo importante era conseguir la victoria. Pero Toledo, temiendo que la conversación se desviase de su héroe, volvió á insistir en sus hazañas.
La enorme suma reunida por la banca era una tentación. ¡No había miedo de que los gananciosos quedasen sin cobrar! Hasta los mirones que pasan la noche de pie, participando de la emoción ajena, arriesgaban su dinero de luis en luis, esperando que cambiase en favor del público esta racha de suerte que únicamente soplaba del lado de la banca.
Palabra del Dia
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