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Actualizado: 6 de mayo de 2025


La enorme suma reunida por la banca era una tentación. ¡No había miedo de que los gananciosos quedasen sin cobrar! Hasta los mirones que pasan la noche de pie, participando de la emoción ajena, arriesgaban su dinero de luis en luis, esperando que cambiase en favor del público esta racha de suerte que únicamente soplaba del lado de la banca.

La verdad es que llegué a la puerta, adonde estaban jugando hasta una docena de diablos a la pelota, todos en calzas y en jubón, con valonas guarnecidas con puntas de randas flamencas, y con unas vueltas de lo mismo, que les servían de puños, con cuatro dedos de brazo de fuera, porque pareciesen las manos más largas, en las cuales tenían unas palas de fuego; y lo que más me admiró fue que les servían, en lugar de pelotas, libros, al parecer, llenos de viento y de borra, cosa maravillosa y nueva; pero esto no me admiró tanto como el ver que, siendo natural de los jugadores el alegrarse los gananciosos y entristecerse los que pierden, allí en aquel juego todos gruñían, todos regañaban y todos se maldecían.

La partida había terminado, y un derroche de cerveza y gruesos cigarros de Hamburgo servía para festejar el éxito de los gananciosos. Era la hora de las expansiones germánicas, de la intimidad entre hombres, de las bromas lentas y pesadas, de los cuentos subidos de color.

Llevaba siempre el bolsillo de su faja bien apretado sobre el estómago, y si bebía, era cuando alguno de los gananciosos convidaba á todos los presentes. Enemigo de comunicar sus penas, se le veía siempre sonriente, bonachón, tranquilo, llevando encasquetado hasta las orejas el gorro azul que justificaba su apodo.

Cuando se elevaba en torno de la mesa un ahogado rugido, la respiración de cien pechos descongestionados, los croupiers tardaban varios minutos en reanudar el juego, para pagar á los gananciosos y resolver cuestiones entre los que reclamaban la misma puesta.

No hay mal que por bien no venga. Casi estoy por decir que de todos modos saldremos gananciosos. Si somos vencidos, perderemos pronto á Cuba sin aburrirnos y cansarnos durante tres ó cuatro años en perseguir á nuestros enemigos trashumantes, contra los cuales, en vez de enviar soldados, debiéramos enviar perros y hurones.

En la mesilla de noche estaba abierto el último ejemplar de la Revista de Monte-Carlo, conteniendo estadísticas de todos los números gananciosos durante la semana anterior en las diversas mesas; lectura interesante, con misteriosas acotaciones, que había desvelado á Alicia tal vez hasta la madrugada.

Don Jaime quedó, pues, reducido a pasar las horas mirando jugar al tresillo y dando a los jugadores consejos que no le agradecían. Los gananciosos solían pagarle la copa de ron. Una que otra vez jugaba a las damas con don Lorenzo, y como éste se negaba rotundamente a seguir la partida sin interés, preciso era que Marín arbitrase alguno que no fuese metal precioso.

Ahora ya no habían arrieros gananciosos que dedicasen unas cuantas docenas de onzas de oro al viaje del Niño Jesús y de sus devotos. Los más ricos se habían ido del pueblecillo; sólo quedaban arrieros pobres, de los que aceptan un viaje á El Paposo en Chile ó á Tarija en Bolivia por lo que quieren darles los comerciantes de Salta.

Y el otro respondió que era verdad cuanto su contrario decía, y no había querido darle más de cuatro reales porque se los daba muchas veces; y los que esperan barato han de ser comedidos y tomar con rostro alegre lo que les dieren, sin ponerse en cuentas con los gananciosos, si ya no supiesen de cierto que son fulleros y que lo que ganan es mal ganado; y que, para señal que él era hombre de bien y no ladrón, como decía, ninguna había mayor que el no haberle querido dar nada; que siempre los fulleros son tributarios de los mirones que los conocen.

Palabra del Dia

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