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Actualizado: 27 de mayo de 2025


En el estado incierto del crepúsculo cerebral, imaginaba Fortunata que el viento venía a la plaza a jugar con la hora. Cuando el reloj empezaba a darla, el viento la cogía en sus brazos y se la llevaba lejos, muy lejos... Después volvía para acá, describiendo una onda grandísima, y retumbaba ¡plam!, tan fuerte como si el sonoro metal estuviera dentro de la casa.

Uno de los mocosos arrastraba su panza por el suelo, abierto de las cuatro patas; el otro cogía puñados de arena y se lavaba la cara con ella, acción muy lógica, puesto que la arena representaba el agua. «Vamos, hijos, quitaos de en medio les dijo Guillermina a punto que la zancuda destruía con el pie el lavadero, gritando : Sinvergüenzonas, ¿no tenéis otro sitio donde jugar? ¡Vaya con la canalla esta...!». y echó adelante resuelta a destruir cualquier obstáculo que se pusiera al paso.

Con esto y una risotada se apartó de , y echó cambera abajo en demanda de su puchera. Con los sueños que yo cogía tras de las fatigas que me daba por los montes del contorno, le costó a Chisco Dios y ayuda despertarme al día... ¡qué digo día! a lo más espeso y tenebroso de la noche siguiente.

Fui a buscarla, pues tenía curiosidad de ver lo que la ocupaba en esas habitaciones habitualmente cerradas. Había abierto todas las ventanas, sacado las sobrecamas y las cortinas, y en chanclas, corría en medio del desorden, de un cuarto al otro. Se cogía el rostro con ambas manos y se reía sola con una risa tan extraña, que no se sabía si era llanto.

Esto pensaba por la mañana, después de lavarse y encender la lumbre, cuando cogía la cesta para ir a la compra. Púsose el manto y el pañuelo por la cabeza, y bajó a la calle. Lo mismo fue poner el pie en la vía pública que sus ideas variaron. «¡Pero vivir siempre con este chico... tan feo como es! Me da por el hombro, y yo le levanto como una pluma.

Vi que, como quien no quiere la cosa, se iba acercando al sitio donde yo estaba; y vi que se llevaba las dos manos al pelo y se daba unos toquecitos nerviosos para arreglárselo; y vi que cogía una silla y la separaba para sentarse; y vi que apoyaba su mano en la contigua... Y no quise ver más. Fui allá y me senté resueltamente a su lado.

Y a instancias de su mujer se dirigía a la habitación donde estaba su hijo. No podía ver a aquel niño de labios gruesos, gris como el asfalto; pero lo cogía en brazos y procuraba simular que se le caía la baba, combatiendo con gran trabajo la tentación de tirarlo al suelo.

Inmediatamente se puso a sospechar de cuantos tomaban al niño en las manos, a ejercer una vigilancia incesante sobre la servidumbre. En cuanto una muchacha cogía el niño, ya estaba su papá con los ojos clavados en ella; la seguía a todas partes, le prohibía tocarle si no fuese por encima de la ropa.

Consolidó su amistad con la pequeñuela un suceso que casi debería pasarse en silencio: cierto húmedo calorcillo que un día sintió Julián penetrar al través de los pantalones.... ¡Qué acontecimiento! Nucha y él lo celebraron con algazara y risa, como si fuese lo más entretenido y chusco. Julián brincaba de contento y se cogía la cintura, que le dolía con tantas carcajadas.

Digo muy largas, porque le sobresalian á uno y otro lado, de tal modo, que alcancé á vérselas, aunque me cogia de espaldas, como he dicho. Me quedé parado, observándole, calculé, y por instinto resolví que debía ser M. Guizot. Me llego al menestral, contra el deseo de mi mujer que me tiraba fuertemente del brazo, y le suplico que tenga la bondad de decirme quién era el sujeto en cuestion.

Palabra del Dia

bagani

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