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Actualizado: 21 de junio de 2025


Sus compañeros se volvieron. El los miró vagamente, sorprendido también, y se sentó de nuevo. Un momento después dejó la camiseta en el cabo arrollado, avanzó a la borda y se tiró al agua. Al sentir el ruido, los otros dieron vuelta la cabeza, con el ceño ligeramente fruncido. En seguida se olvidaron, volviendo a la apatía común.

Esta, medio atraída y medio alarmada por la brillante iluminación y la numerosa sociedad, fruncía el ceño y se cubría la cara a su alrededor, hasta que el fruncimiento de cejas, contraídas por un contacto o una palabra de cariño, le hiciera ocultar su rostro con nueva resolución. ¿Qué criatura es ésa? dijeron varias damas a la vez, entre otras Nancy Lammeter, que se dirigía a Godfrey.

Las hiperbólicas alabanzas que D. Francisco hacía de Golfín la llevaban como por la mano a otro orden de ideas, y arrugando el ceño, ponía cara de pocos amigos. «Cuando pienso en la cuentecita que me va a poner esta Santa Lucía con gabán decía , me tiemblan las carnes.

Acercaos á ver á esa supuesta fiera en su caverna: no solo no hallareis en el semblante de Abde-r-rahman el ceño torvo y la pupila sangrienta, sino que su persona, su gesto, sus ademanes, sus palabras, su vivir y todo lo suyo, os cautivarán el corazon.

Y cuando el director le veía entrar de tarde en tarde, con un aire decidido, en el ambiente reposado y silencioso del Museo; cuando reparaba en sus trajes flamantes, en la exactitud con que seguía las modas masculinas, balanceaba la cabeza melancólicamente. No era el primero. ¡Ah, Monte-Carlo!... Los viejos profesores miraban con un ceño de profeta á la ciudad de enfrente.

Estaban tan hechas a ser tratadas de aquel modo y habían domado fieras tan espantables, que ya las injurias no les hacían efecto. «Vamos dijo la Superiora frunciendo el ceño ; callando, y baje usted al patio».

Muy lindo! salté ¡Amor propio! ¡Y no se les ocurre otra cosa! ¡Les parece cuestión de amor propio ir a sentarse como un idiota para que me tomen la mano la noche entera ante toda la parentela con el ceño fruncido! Si a Vds. les parece una simple cuestión de amor propio, arréglense entre Vds. Yo tengo otras cosas que hacer.

La joven contestó con dureza arrugando el ceño: Dudar es el oficio de usted. Yo he dicho la verdad; tanto peor si se vuelve en mi contra. ¿Tiene usted algo más que preguntarme? En vez de esperar que el juez la despidiera, ella era quien lo despedía. La curiosidad despertada en el público por la tragedia de Ouchy había ido creciendo de día en día.

Hasta recitó unos versos latinos, traduciéndolos, para hacer saber á sus oyentes que los rosales de esta tierra florecían dos veces al año. Freya desarrugó su ceño, volviendo á sonreír. Había olvidado el disgusto reciente, para desear uno de los rosales maravillosos. Y Ferragut, ante este capricho de una vehemencia infantil, habló al guía con autoridad.

Muchos a las doce, después de bailar y cantar y alborotar, ya tenían apetito; se había comido temprano; otros no hicieron más que probar golosinas y beber. Como la noche se había quedado tan serena y templada que parecía de las primeras de Septiembre, se cenó en la estufa nueva que se inauguró en este día; era grande, alta, confortable, construida por modelo de París.

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