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Actualizado: 21 de junio de 2025
Dudó ella un momento con el ceño fruncido, no sabiendo si enfadarse por estas palabras, y al fin acabó por lanzar el gorjeo de su risa. Venga usted y nos sentaremos en aquel rincón. Con usted es imposible enfadarse. ¡Qué tipo tan interesante! Vamos a burlarnos un poco de toda esta gente... Nosotros hemos visto otras cosas.
Hacia las nueve, el frío se apoderó de ella y propuso volver al hotel. «Decididamente, dijo, quiero morir aquí; por lo menos estaré tranquila.» Pero después pensó que el Vesubio no había dicho aún su última palabra y que podría depositar una sábana de fuego sobre su tumba. Entonces habló de volver a París y se acostó con unos escalofríos que no presagiaban nada bueno. La viuda cenó a su lado.
Pero se sintió herida en lo más vivo de su alma cuando Miquis, después de transformar el humilde cuarto en aristocrático gabinete, dijo con el mismo tono de encomio: «Bien se conoce en esta rica instalación el buen gusto del marqués viudo de Saldeoro. Adiós, marquesa. Ceno en el palacio de Relimpio». Cuando Augusto se marchó, quedose Isidora meditabunda, clavados los ojos en su propia falda.
Y todos sin hablar, mirándonos con el ceño fruncido. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a decir? Preciso es que piensen un momento en esto. La enferma, por su parte, arrancaba a veces sus ojos de los míos, y recorría con dura inquietud los rostros presentes uno tras otro, sin reconocerlos, para dejar caer otra vez su mirada sobre mí, confiada en profunda felicidad. ¿Qué tiempo estuvimos así?
Al siguiente oirá terribles reconvenciones, hallará un ceño irritado, ó muy indiferente y frio, cuando no sollozos, lágrimas y quejas reprochándole ingratitud y mal proceder.... Creo francamente que las leyes de la pava restringen mucho la autonomía individual del andaluz, pero les encuentro su lado poético y atractivo.
Pero ¡cómo se entiende! exclamó Federico de Tarlein, que también se hallaba presente. ¿No vamos a desollar a Miguel el Negro? Poco a poco, caballerito dijo Sarto frunciendo el ceño. Sería una satisfacción, sin duda, pero podría costarnos cara. ¿Creen ustedes posible que si cae Miguel deje vivo al Rey?
¡No, Lorenzo!... Si no me refiero a los que quieren más ferro-carriles... ni más industrias... ni mejor gobierno... no decía Melchor, moviendo lateralmente el índice derecho, y dando a su voz particular intención, no... me refiero a cierto caballeros, que yo conozco, y que siendo sanos, claman por salud, y que teniendo todo lo necesario para ser felices, viven con el ceño arrugado y que...
La exigencia de los pigmeos resultaba tan cómica, que ahogó en él todo intento de indignación. Pero volvió á fruncir el ceño cuando el profesor le pidió que se despojase de su chaqueta y sus pantalones, conservando únicamente la ropa interior. No me diga que no, gentleman suplicaba Flimnap juntando las manos . Siga mis consejos.
No dijo nada mientras le miraba. Después volvió a su asiento y estuvo un rato con la mirada perdida entre los ramos de la colcha, ligeramente fruncido el ceño. «Se parece a tu verdugo. Lo malo no perece nunca. La maldad engendra y los buenos se aniquilan en la esterilidad». iv
Valentina fué a entregar los patrones a la señora y se despidió hasta el día siguiente. Al cruzar por el pasillo oyó claramente el rumor de un beso. Miró hacia el cuarto obscuro que allí había, y creyó percibir los cuadros blancos y negros del vestido de Nieves. ¡Alza! ¡Esto está que arde! murmuró con aquel ceño saladísimo que tanto la caracterizaba.
Palabra del Dia
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