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Actualizado: 14 de junio de 2025
El Estado alemán, potencia «tentacular», eclipsaría con su gloria á los más ilustres Imperios del pasado y del presente. ¿Quién podrá negar que, como dice mi maestro, existe un Dios cristiano germánico, el «Gran Aliado», que se manifiesta á nuestros enemigos los extranjeros como una divinidad fuerte y celosa?... Desnoyers escuchaba con asombro á su primo, mirando al mismo tiempo á Argensola.
La celosa de sí misma se distingue por su argumento, de invención excelente y trazado con admirable ingenio y dominio del asunto. Un caballero joven viene de las provincias á Madrid, en obediencia á las órdenes de sus padres, para casarse con una dama que no conoce, y de la que sólo sabe que es muy rica.
De todos modos, a fin de precaverle contra el peligro de que don Paco no gustase de ser desengañado, y de que en un instante de celosa locura llegase al extremo de apelar al garrote, don Andrés, que de ordinario no llevaba armas, tomó un pequeño revólver de seis tiros y se lo guardó en la faltriquera.
El alma celosa del príncipe fué adivinando, con aguda percepción, todo lo que pensaba el otro, y esto avivó el incendio de su cólera. ¡Con qué arrogancia asumía este empleadillo la defensa de Alicia! ¡Cómo se delataba su enamoramiento!... Lubimoff le escuchó con impaciencia. Ahora era Martínez el que se permitía atacarle. Sus últimas palabras significaban una amenaza para él.
No era precisamente una comida alegre, si bien Luis María, por lo menos, estuvo muy cordial conmigo. Querría decir lo mismo de la madre, pero por más esfuerzos que hacía para hacerme grata la mesa, evidentemente no ve en mí sino a un intruso a quien en ciertas horas su hija prefiere un millón de veces. Está celosa, y no debemos condenarla.
Doña Luz tenía resuelto no ir a Madrid mientras pudiera no ir: quedarse en Villafría viviendo en su casa solariega; tener allí su centro, su cuartel general, su nido; cuidar desde allí de sus bienes e irlos mejorando y aumentando; ahogar en su alma toda propensión celosa; y, no ya consentir, sino impulsar a su marido a que fuese él solo a la capital, a brillar en el Congreso de Diputados, en las luchas políticas y en los negocios militares.
Pero no la amo, no la amo y no quiero nada de ella... Si esto continúa llegaré a odiarla dijo exasperándose de nuevo. Por otra parte, la haría desdichada, horriblemente desdichada; ¡vaya un porvenir! Al día siguiente de la boda estaría celosa y no tendría razón. Pero seis meses después la tendría y le sobraría. Y la plantaría en ese punto: sería implacable. Me conozco y estoy seguro de eso.
Me desagradó la noticia; sentí que el corazón se me oprimía y que los ojos se me llenaban de lágrimas. Ya sé la que vas a decir, ya lo sé. Dirás que estoy celosa.... ¿Celosa? No sé lo que son celos.
Niña, no comprendo bien lo que dices. O es que no estoy en autos, o es que tú disparatas. No disparato ahora, pero he disparatado antes. Repito que he provocado a don Andrés para vengarme de doña Inés y para dar picón a don Paco. Yo estaba celosa. Temí que él se rindiese a doña Agustina. No comprendí cuánto me quería él. Ahora lo comprendo.
Y nunca estaba Jacinta más celosa que cuando su marido se daba aquellos aires de formalidad, porque la experiencia le había enseñado a conocerle, y ya se sabía, cuando el Delfín se mostraba muy decidor de frases sensatas, envolviendo a la familia en el incienso de su argumentación paradójica, picos pardos seguros.
Palabra del Dia
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