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Actualizado: 19 de junio de 2025
Por mi parte te hago juramento de que si llegamos a viejos me gustará más estar a tu lado que tomando el sol... ¡Qué vida tan dichosa nos espera y cuánto tiempo hace que sueño con ella!... ¿Te acuerdas cuando un día, en la huerta de casa, teniendo tú ocho años y yo diez, mi pobre mamá nos hizo cogernos de la mano diciéndonos gravemente: «¿Queréis ser marido y mujer?... Pues daos un beso y cuidado con enfadarse más.» Desde entonces nunca pensé que podía casarme con otra mujer más que contigo.
Nuestros padres nos dieron esto amasado y cocido. Nos casaron como se casa a los gatos, y punto concluido. Salió bien; pero hay tantos casos en que esta manera de hacer familias sale malditamente... ¡Qué risa! Lo que me daba más miedo cuando mi madre me habló de casarme, fue el compromiso en que estaba de hablar contigo... No tenía más remedio que decirte algo... ¡Caramba, qué sudores pasé!
Y este matrimonio de estudianta apenas emancipada de la vida escolar daba motivo para que todas las otras soñasen despiertas, á la hora del té, describiendo cada una de ellas la posición social y el aspecto físico del futuro esposo que aún se mantenía oculto en el misterio del porvenir. Yo quiero casarme con un millonario que me pague los mayores lujos.
Narró al cura su deseo de casarme, mi poco entusiasmo por obedecerla, mi manía de profundizarlo todo y el estudio que yo estaba haciendo de las solteronas; en una palabra, todo salió a relucir. El cura, repantigado en su butaca, escuchó con atención las quejas de la abuela.
Y tú no mucho... Piensas, no sin razón, que hay incompatibilidad de fortuna, y te abstienes de cuidados inútiles. Justamente respondió Francisca un poco dulcificada. Pero como todo el mundo sabe que deseo casarme, aprovechan la ocasión para colgarme una porción de historias a cual más tontas. Eso gusta a todo el mundo. Eso es precisamente lo que me indigna... ¡Ah!
19 Y el otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me des por excusado. 20 Y el otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. 21 Y vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de la familia, dijo a su siervo: Ve presto por las plazas y por las calles de la ciudad, y mete acá los pobres, los mancos, y cojos, y ciegos.
He oído con frecuencia que la virginidad está tan por encima del matrimonio como la claridad del sol sobre la de las estrellas. Es la vida que Jesucristo ha consagrado en su purísima carne y aquélla de que la Santísima Virgen nos ha dado ejemplo. ¿Qué daño hago a mi nacimiento renunciando al hijo del Emperador para casarme con el soberano Monarca del Cielo y de la tierra?
Escribí á don Hugo que me veía expuesta á quedarme sola en el mundo, y don Hugo me contestó, enviándome los papeles necesarios por medio de un amigo suyo para que pudiera casarme con él por poder, que para este efecto había dado á su amigo.
Por ser libre y casarme contigo me resignaría desde ahora mismo á ganar el pan, como la última labradora, con el sudor de mi frente... aún más, me resignaría á mendigarlo de puerta en puerta... Pero no quiero perder mi alma ni la tuya... No puedo amar á mi marido, pero puedo serle fiel... Lo que estamos haciendo es muy criminal, y tarde ó temprano caerá sobre nosotros el castigo del cielo... ¿Por qué no hemos de amarnos puramente, sin manchar nuestras almas?
Pero el otro se aferraba a ella repitiendo sus preguntas y parándose a cada instante. «Pues mira le respondió al fin haciendo un gesto campechano . Hazte cuenta que se ha muerto... porque lo que yo te digo... ¿A ti qué más te da que viva o muera? ¿Para qué quieres tú mujer? Las mujeres no sirven más que para dar disgustos, chico. Ve aquí por lo que yo no he querido casarme nunca».
Palabra del Dia
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