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Actualizado: 19 de junio de 2025
Noche tras noche nos seguimos viendo, pero yo firmemente rehusaba casarme con él, hasta que, en una de ellas, se dio a conocer bajo su verdadera faz, diciéndome, con gran espanto mío, que él estaba bien al tanto de la historia de la vida de mi padre, y después hizo alusión a la existencia de un hecho deshonroso en que, según él, había tomado parte.
Nos dijo que cuando el Duque supo la noticia de la próxima ceremonia se puso furioso; que su exasperación aumentó al declarar Ruperto que yo era muy capaz de casarme con la Princesa y que así lo haría indudablemente; y que Ruperto acabó felicitando a la señora de Maubán, allí presente, porque pronto se vería libre de Flavia, su rival.
Yo no respondió Petra con un movimiento de protesta. Si deseo casarme, al menos estoy segura de no ir hasta la bajeza. Los Brenay no han cometido jamás malas acciones... Tampoco los Dumais replicó orgullosamente Francisca. Pero terminó con filosofía, alguna vez han de empezar... Francisca exagera se apresuró a decir Genoveva para evitar toda protesta nuestra. Francisca exagera siempre...
He tratado de casarme Con una doncella honrada, Hija de Nuño de Aibar, Hombre que sus campos labra, Pero que aun tiene paveses En las ya borradas armas De su portal, y con ellas, De aquel tiempo, algunas lanzas. Yo, señor, tomé el consejo, Y vengo, como él lo manda, A deciros que me caso. D. TELL. Nuño es discreto, y no basta Razón a tan buen consejo. Celio... CELIO. Señor...
De esto hace cuatro años prosiguió la vizcondesa . No recuerdo quién distintamente... pero se parecía algo al que has nombrado... Por otra parte, puedes estar tranquila... no me quería a mí tanto como a ti... porque a mí no se me insinuó para casarme... Beatriz titubeó un momento, pero al cabo atrajo hacia sí tiernamente a su amiga, besándose las dos en medio de abundantes lágrimas.
»Querida sobrina comenzó diciéndome; eres demasiado bella y bien educada; tienes talento, más sin duda de lo que convendría a la familia de los Arcos; pero el mal, si lo es, no tiene remedio. Además, cuentas diez y ocho años, y todos los señores de las cercanías solicitan tu mano. »¡Ah! exclamé; no he pensado en casarme...
»¡Cómo me ha abrazado Luis! ¡Qué ojos tan risueños! ¡Qué palabras de amor! ¡Nunca lo he visto tan feliz, ni el día que le di el sí! Ahora no puede creer que sus cuarenta y cuatro años me parezcan demasiado: ya está hasta persuadido de que la idea de casarme con él no debió parecerme tan extravagante como él y papá temían.
Yo me encontraba en una situación enteramente excepcional, y sufría todas sus consecuencias. Sin embargo, las aceptaba, y cien veces que hubiera sido necesario hubiera vuelto a casarme con Amparo. ¡Cómo llenaba mi alma! ¡Cómo la enloquecía! ¡Cómo la desesperaba! ¡Cuánto la había divinizado mi amor! Todo en ella para mí era perfecto. Todo en ella para mí era ardiente.
D. Benigno anduvo algunos pasos, y deteniéndose luego, habló así entre turbado y festivo: Pues bien, hija de mi corazón, yo tengo ahora un antojo que quizás usted lleva a mal; a mí me ha entrado un capricho, una manía.... Qué quiere usted... siento decírselo... quizás se enfade. ¿Qué? Pues es que... que ahora me tocan a mí los mimos... y, en una palabra, que ya no quiero casarme con usted.
No llore usted así, Magdalena, hija mía... Su abuela de usted no piensa obligarla al matrimonio. No, señora respondí entre dos sollozos, pero todas ustedes me encuentran poco razonable y novelesca porque no puedo decidirme a casarme con un hombre a quien no conozco. Es ese juicio lo que me hace daño, mucho daño en el corazón...
Palabra del Dia
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