Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de julio de 2025
Tenía como socio a Capistun el Americano, hombre inteligentísimo, ya de edad, a quien todo el mundo llamaba el americano, aunque se sabía que era gascón. Su mote procedía de haber vivido en América mucho tiempo. Bautista Urbide, antiguo panadero de la tahona de Archipe, formaba muchas veces parte de las expediciones.
Bautista y Martín sabían la reputación del Cura y su enemistad con algunos generales carlistas y convinieron en que era peligroso llevar el alijo a Vera o a Lesaca, mientras anduvieran por allí las gentes del ensotanado cabecilla. Vamos en seguida a darle el aviso a Capistun dijo Bautista. Bueno, vete tú repuso Martín yo te alcanzo en seguida. ¿Qué vas a hacer? Voy a ver si veo a Catalina.
Martín quería hablar con su novia, y Capistun y Bautista le acompañaron. Salieron de Sara y marcharon por el monte a Alzate. Martín contaba con una de las criadas de Ohando, partidaria suya, y ésta le facilitaba el poder hablar con Catalina. Mientras Martín quedó en Alzate, Capistun y Bautista entraron en Vera.
Si el comercio fuera un robo, no habría sociedad repuso el gascón. ¿Y qué? dijo Martín. Que acabarían las ciudades. Para mí las ciudades están hechas por miserables y sirven para que las saqueen los hombres fuertes dijo Martín con violencia. Eso es ser enemigo de la Humanidad. Martín se encogió de hombros. Poco después de media noche, la nieve comenzó a cesar y Capistun dió la orden de marcha.
La convalecencia de Martín fué muy rápida, tanto, que a él le pareció que se curaba demasiado pronto. Bautista, al ver a su cuñado en vísperas de levantarse y en buenas manos, como dijo algo irónicamente, se fué a Francia a reunirse con Capistun y a seguir con los negocios. Martín pudo tomar Hernani por una Capua, una Capua espiritual.
Se sacó la caja y se la colocó en el coche que habían mandado de San Juan del Pie del Puerto. Todos los labradores de los caseríos propiedad de los Ohandos estaban allí; habían venido de Urbia a pie para asistir al entierro. Y presidieron el duelo Briones, vestido de uniforme, Bautista Urbide y Capistun el americano. Y las mujeres lloraban.
Zalacaín se sentía muy español y dijo que los franceses eran unos cochinos, porque debían hacer la guerra en su tierra, si querían. Capistun, como buen republicano, afirmó que la guerra en todas partes era una barbaridad. Paz, paz es lo que se necesita añadió el gascón ; paz para poder trabajar y vivir. ¡Ah, la paz! replicó Martín contradiciéndole ; es mejor la guerra.
Martín y Capistun, además de mulas y de caballos, habían llevado a diferentes puntos de Guipúzcoa y de Navarra, armas y materias necesarias para la fabricación de pólvora, cartuchos y proyectiles, y hasta llegaron a pasar por la frontera un cañón, de desecho de la guerra franco-prusiana, vendido por el Estado francés. Los comités carlistas funcionaban a la vista de todo el mundo.
Generalmente, Martín y Capistun se entendían con el de Bayona, pero algunas veces tuvieron que relacionarse con el de Pau. Muchas veces habían dejado en manos de jóvenes carlistas, disfrazados de boyerizos, barricas llenas de armas. Los carlistas montaban las barricas en un carro y se internaban en España.
El viento silbaba en bocanadas furiosas sobre la noche y el mar negros, y se oía el ruido de las olas azotando la pared del muelle. En la taberna, Martín, Bautista, Capistun y un hombre viejo, a quien llamaban Ospitalech, hablaban; hablaban de la guerra carlista, que seguía como una enfermedad crónica sin resolverse. La guerra acaba dijo Martín. ¿Tú crees? preguntó el viejo Ospitalech.
Palabra del Dia
Otros Mirando