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Actualizado: 1 de julio de 2025
Dos elementos de desorden minaban la Fontana: la ignorancia y la perfidia. En el primero ocupaba un lugar de preferencia el barbero Calleja. Este patriota capitaneaba una turba de aplaudidores semejantes á él, y la tal cuadrilla alborotaba de tal modo cuando subía á la tribuna un orador que no era de su gusto, que se pensó seriamente en prohibirle la entrada.
De aquí salieron los Reyes pensó Bonifacio, que desde una calleja vecina contemplaba el cuadro de paz suave y melancólica de aquella miseria, aislada de las vanas grandezas del mundo . Un grupo de castaños y una pared de una huerta, le ocultaban a la vista de los chiquillos y los perros, que, de notar su presencia, se hubieran alarmado.
Si parecía un sermón de Viernes Santo.... El diablo me lleve si no les acaricio las muelas á esos catacaldos dijo Tres Pesetas, dispuesto á hacer lo que decía. Javier, el Doctrino, el poeta clásico, vieron una tempestad sobre sus cabezas; pero el poeta clásico, que era el mismo enemigo, no se acobardó y tuvo el antojo de llamar rapista al grandioso Calleja.
Estos discretos consejos fueron saludados con murmullo prolongado de reprobación. ¿Quién es ese servilón? dijo una voz aguardentosa, que no era otra que la del sin par Chaleco. A casa de Morillo repitió Calleja. Mujer, tráeme el almirez. El gentío aumentaba con nuevas remesas enviadas de la plazuela de la Cebada y del barrio del Salitre.
A lo largo de la calleja del Tostado llegaba un grupo de gente. Instantes después, el mancebo se halló sorprendido por Beatriz y doña Alvarez. Una y otra venían en sillas de manos. El negro manto de la doncella estaba cubierto de arena blanquizca y su tez descolorida por el polvo; las pestañas, cenicientas; los cabellos resecos y como canosos.
Dicen que es un bruto; pero lo cierto es que hace ruido y nos sirve bien, pues me cuesta un ojo de la cara cada párrafo de aquéllos que sublevan la multitud y ponen al pueblo encendido... ¡Y hay otros tan reacios, don Elías...! Anteanoche subió á la tribuna uno que suele venir ahí con el barbero Calleja: ¡qué voz de becerro tenía!
Encamináronse á San Martín, llegaron, tomaron á la izquierda por la estrecha calleja del postigo, revolvieron á la derecha, y se entraron por unos tapiales derribados, en un ancho hundimiento. Treparon aquellos dos hombres sobre los escombros, y á poco les detuvo una voz que les dijo: ¿Quién va? El alférez Saltillo dijo uno de los que llegaban. ¿Viene con vos el difunto? dijo otro.
El jardinero de la señorita Guichard, ocupado en rastrillar un terraplén que caía sobre el bosque á lo largo de una calleja, miraba por encima de la tapia la partida de la bulliciosa cabalgata, que había salido al galope y no podía contener los caballos, estimulados por un pienso extraordinario.
Frecuentaba la tienda de Calleja y el club de la Cruz de Malta; pero últimamente se aseguraba que pertenecía á la tenebrosa sociedad de los Comuneros, aunque él lo negaba. Lo cierto es que en la Fontana sospechaban de él, no sabemos si con fundamento.
Si nadie lo pone en duda, hombre de Dios repuso, riéndose, el de Madrid. Pero vamos á ver lo que usted desea. Á eso voy de contao.... Resulta de que yo, como decía, tengo un güerto de carro y medio de tierra á la vera de la casa, y de que ese güerto tiene una paré que le cierra sobre sí. Resulta de que esta paré se vino á tierra está mañana, por la parte de la calleja.
Palabra del Dia
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