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Actualizado: 1 de junio de 2025


En la esquina de una calleja se despedían con largo apretón de manos, y Guimarán, sereno y satisfecho, se restituía a su hogar tranquilo donde le esperaban su amante esposa y cuatro hijas que le adoraban. Don Santos quedaba solo en batalla con las quimeras del alcohol, con nieblas en el pensamiento y en los ojos.

Don Álvaro, si don Víctor no había descubierto nada o si no sabía que don Víctor le había descubierto, volvería otra vez, como todas las noches acaso... y él, don Fermín, podía esperarle al pie de la tapia, en la calleja, en la obscuridad... y allí, cuerpo a cuerpo, obligándole a luchar, vencerle, derribarle, matarle.... ¡Para eso serviría aquel cuchillo!». Doña Paula se movió arriba.

Siguiéndole yo siempre, salimos por la ancha portalada característica de todas las casas solariegas de la Montaña; entramos en una verde y entoldada calleja, y al llegar á la iglesia que estaba cerca, nos sentamos en un rústico banco detrás de ella y bajo una viejísima y copuda cajiga.

D. Antonio Francisco. Diego Gutiérrez. Licenciado Manuel González. Francisco Salado Garcés. Luis de Guzmán. Juan de Orozco. Jacinto Hurtado. Francisco de Llanos y Valdés. Maestro León y Calleja. Gaspar Lozano Montesinos. Manuel Morchón. Jerónimo Malo de Molina. Juan Maldonado. Dr. Francisco de Malaspina. Jacinto Hurtado de Mendoza. Jacinto Alonso Maluendas. Blas de Mesa. Felipe de Milán y Aragón.

Dio la vuelta a toda ella el sacerdote, subió algunos pasos por una calleja sucia, y se encontró con una misérrima fábrica hecha de piedras del río sin labrar apenas, con una puerta desvencijada. Estaba cerrada, y a nadie vio por allí delante. Iba a dejar aquel sitio y volverse a la casa, cuando detrás del establo oyó ruido de voces.

Al llegar á la calle Ancha vió un grupo más numeroso. Pasó cerca sin intención de pararse, cuando uno se adelantó hacia él y le detuvo. ¿Quién podía ser sino el pomposo Calleja, el barbero insigne de La Fontana? Haciendo grandes aspavientos y dando al viento su atiplada voz, puso sus pesadas manos sobre los hombros del joven, y dijo: ¡Eh!, muchachos, aquí está el gran hombre, nuestro hombre.

Los socios de la Fontana se habían marchado, cerróse el club y sólo quedaron en la calle los tres amigos y Lázaro, que se despedía para ir en casa de su tío. Espera un instante para ver lo que sale de aquí le dijo Javier deteniéndole. A la sazón una persona daba fuertes golpes á la puerta de Calleja.

4 También se ama en el abismo, del propio autor. 5 No puede ser, de D. Agustín Moreto. 6 Hacer fineza el desaire, del licenciado D. Diego Calleja. 7 El caballero, de D. Agustín Moreto. 8 El alcázar del secreto, de D. Antonio de Solís. 9 Antes que todo es mi amigo, de D. Fernando de Zárate. 10 El Hamete de Toledo, de Belmonte y de Antonio Martínez.

De esta parte se desprendía un corredor con barandado basto, que era la calleja de amargura por donde se habían de conducir los Reos a oir sus sentencias en una como jaula bolada, hacia el frente del Altar, en proporcionada distancia.

Las tres figuras permanecieron algunos segundos formando un bello grupo. Calleja con el brazo alzado y el rostro encendido; su esposa, que era tan gigantesca como él, le sostenía el brazo; el pobre Gil, mudo y petrificado de espanto.

Palabra del Dia

rigoleto

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