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Actualizado: 20 de julio de 2025
Pero, hija mía, ¿cómo es que usted va sola? ¡A estas horas ... tan sola! dijo el padre con voz agridulce. Tengo que ir á una casa que conozco repuso Clara por dar alguna respuesta. ¿Pero va usted sola? ¡A estas horas! ... Hija mía, ¿por qué es eso? No tengo quien me acompaña. Soy sola. ¿Que es usted sola? ¡Jesús, María y José! ¡Qué calamidad! ¿Pero no tiene usted padres? No, señor.
La pobre estaba hecha á estas pruebas y podía considerarse la persona más violada de todo Méjico. En su vida no había servido para otra cosa. Pero la gente, que se imaginaba vivir libre por algún tiempo de la calamidad de las sublevaciones militares, huía miedosa al ver que volvían á empezar.
Vamos, una calamidad hecha hombre. Doña Manuela callaba porque, aun disgustándole la forma en que su hijo se expresaba, comprendía que no le faltaba razón: Leocadia, acostumbrada a escenas parecidas, casi no escuchaba, por tener todo aquello oído hasta la saciedad.
Al hablar con don Marcelo reveló inmediatamente su origen. Le había sorprendido la orden de partida estando de profesor en un colegio privado y en vísperas de casarse. Todos sus planes habían quedado deshechos. ¡Qué calamidad, señor!... ¡Qué trastorno para el mundo!... Y sin embargo, éramos muchos los que veíamos llegar la catástrofe. Forzosamente debía sobrevenir un día ú otro.
Como su hijo adoraba á Odette, ella se esforzó en justificar todos los caprichos y saltos de humor de la nuera. ¡Pobre niña! Se había criado sin madre, viviendo como un muchacho. Y vino la guerra. Uno de sus primeros efectos fué dilatar los ojos de la nueva señora Delfour con una expresión de asombro. ¡Pero era posible esta calamidad!... ¡Ahora que la gente se divertía más que nunca!...
Como era costumbre en ella, había hecho hablar a los periódicos de Madrid de la huelga de Jerez, ennegreciéndola con sombríos colores, hinchándola, como si fuese una calamidad nacional. Se censuraba a los gobernantes por su abandono, pero con tales arrebatos de urgencia, que no parecía sino que cada rico estaba sitiado en su casa, defendiéndose a tiros contra una muchedumbre famélica y feroz.
Era año de calamidad para un pueblo de Castilla, cuyo nombre callaré; reuniose el Ayuntamiento, y resolvió recurrir a otro pueblo inmediato, en el cual se veneraba el cuerpo de un santo muy milagroso, según las más acordes tradiciones, en petición de la sagrada reliquia y de alguna semilla de granos para la nueva cosecha. Hízose el pedido, que fue al punto mismo otorgado.
Los trenes de artillería, los rosarios de automóviles, rodaban por vías recién abiertas que las lluvias habían convertido en lodazales. El barro era la peor calamidad de esta planicie extremadamente polvorienta en tiempo seco. Dos horas largas pasó Farragat de campamento en campamento antes da llegar á su destino. Su vehículo tuvo que detenerse para dejar paso á interminables desfiles de camiones.
Descargó un porrazo con el vaso en la mesa, y añadió sentenciosamente: Son una calamidad las mujeres de los pueblos.... Hechas de alfeñique.... Le aseguro a usted que tiene una debilidad, y una tendencia a las convulsiones y a los síncopes, que.... ¡Melindres, diantre! ¡Melindres a que las acostumbran desde pequeñas! Pegó otro trompis y se levantó, dejando solo en el comedor a Julián.
Mirad los tiernos pimpollos, mirad cómo al influjo de esa fuerza misteriosa desarrollan las menudas florecillas sus primeras galas, cómo se atavían las margaritas mirándose en el espejo de aquel arroyo, cómo se acicalan... Cállate... Pues no tendrías precio para catedrático... Para catedrático poeta, que es la calamidad de las aulas.
Palabra del Dia
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