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Actualizado: 20 de julio de 2025


16 Mas yo no me entremetí a ser pastor en pos de ti, ni deseé día de calamidad, lo sabes. Lo que de mi boca ha salido, en tu presencia ha salido. 18 Avergüéncense los que me persiguen, y no me avergüence yo; asómbrense ellos, y no me asombre yo; trae sobre ellos día malo, y quebrántalos con doble quebrantamiento.

Y a todo esto, el tío Batiste, alcalde de aquel distrito de la huerta, echando rayos por la boca cada vez que las autoridades, que le respetaban como potencia electoral, hablábanle del asunto, y asegurando que él y su fiel alguacil, el Sigró, se bastaban para acabar con aquella calamidad. A pesar de esto, Sènto no pensaba acudir al alcalde. ¿Para qué?

¡Hombre!..., no me atrevía yo a decir tanto. Pues atrévase usted, aquí que no nos oye la patria. Luego, es decir, que todo esto de Parlamento... Es una calamidad. Aquí no hay más que ambiciones personales, con las que es imposible todo gobierno. Tiene usted mucha razón. ¡Y siempre sucederá lo mismo! De manera que si esto, que es notoriamente malo, se suprimiese...

No se trata de dar ni recibir lanzadas y mandobles, sino de la calamidad irremediable que nos sucedió en aquel figón, donde nos quedamos sin la más apetitosa empanada de liebre que he visto en mi vida porque el bruto del posadero, en lugar de sal, la llenó de azúcar. ¡Dios de justicia, cómo olvidar tamaño desastre! ¡Ja, ja, ja!

Y mientras llevaban a cabo este retoque criminal, eran las exploraciones sin término, las rebuscas furiosas sobre el mármol del tocador, al través del bosque de frascos y cajas, persiguiendo objetos que aturdidamente tocaban sin reconocerlos. ¿Dónde estaba el polvo rosa? ¿Y el paño de Venus? ¡Adiós! ¡ya no quedaba una gota de «piel de España»! La mamá, con la manía de embellecerse que la había acometido a última hora, era una calamidad para las niñas.

Caía la lluvia á torrentes, la ciudad parecia suficientemente defendida contra cualquiera tentativa: no habia sobre Córdoba ejército enemigo: decíase solo que los puertos de los Montes Marianos estaban ocupados por un puñado de almogávares ... ¿Cómo pues ha podido fraguarse tan grande calamidad en tan cortos instantes en el silencio de la noche?

En un tiempo la pobre campesina Erraba por las pampas peregrina, Y era su prole, bendicion del cielo, Una calamidad, un desconsuelo, Que las puertas del rico le cerraba, Cuando sus puertas, trémula pisaba. El avaro veia en la familia Solo bocas hambrientas de vigilia, Y guardaba su estancia y su riqueza Con un gaucho y un perro en la maleza.

Quiteria, toda honesta y toda vergonzosa, asiendo con su derecha mano la de Basilio, le dijo: -Ninguna fuerza fuera bastante a torcer mi voluntad; y así, con la más libre que tengo te doy la mano de legítima esposa, y recibo la tuya, si es que me la das de tu libre albedrío, sin que la turbe ni contraste la calamidad en que tu discurso acelerado te ha puesto.

Este pariente, que renovaba los escándalos del de San Dionisio, agravados, según doña Elvira, por su origen plebeyo, era una calamidad en una casa que siempre había infundido respeto por su nobleza y santas costumbres.

De tiempo inmemorial era su costumbre, según decían, recorrer el país como enfermera voluntaria, haciendo todo el bien que podía, y dando consejos en todas las materias, principalmente en las que se relacionaban con los afectos del corazón, lo que dió lugar á que si muchos la reverenciaban como á un ángel, otros la consideraran una verdadera calamidad.

Palabra del Dia

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