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Actualizado: 21 de mayo de 2025


lo cual hace el autor mezclando las veras a las burlas, lo dulce a lo provechoso y lo moral a lo faceto, disimulando en el cebo del donaire el anzuelo de la reprehensión, y cumpliendo con el acertado asunto en que pretende la expulsión de los libros de caballerías, pues con su buena diligencia mañosamente alimpiando de su contagiosa dolencia a estos reinos, es obra muy digna de su grande ingenio, honra y lustre de nuestra nación, admiración y invidia de las estrañas.

Cosa de lástima fue oír los gritos que las dos buenas señoras alzaron, las bofetadas que se dieron, las maldiciones que de nuevo echaron a los malditos libros de caballerías; todo lo cual se renovó cuando vieron entrar a don Quijote por sus puertas.

Un estudiante de clérigo o un bachiller leía en alta voz, rodeado de un círculo de caras cetrinas, con el ceño fruncido y la boca palpitante de emoción... Uno de los venteros del Don Quijote declara como la mejor joya de su casa los viejos libros de caballerías olvidados por un caminante.

A la mitad desta plática se halló Sancho presente, y quedó muy confuso y pensativo de lo que había oído decir que ahora no se usaban caballeros andantes, y que todos los libros de caballerías eran necedades y mentiras, y propuso en su corazón de esperar en lo que paraba aquel viaje de su amo, y que si no salía con la felicidad que él pensaba, determinaba de dejalle y volverse con su mujer y sus hijos a su acostumbrado trabajo.

Mañana, a la mañana, en la plaza nos encontraremos. Muy bien. Vino la muchacha y dijo que había sitio en la cuadra para los jacos. Entró Bautista en la casa con las caballerías, y el extranjero y Martín fueron, preguntando, a otra posada del paseo de los Llanos, donde les dieron alojamiento.

En tanto, el otro bruto de Alfonsín arreaba las caballerías y cargaba su carro hasta que no podía más. En todos los contratiempos el pequeñuelo iba a buscar refugio en las faldas de su querida mamá, así como la niña siempre se arrimaba a D. Francisco para buscar mimo o pedir justicia en algún pleito con su hermano.

-Las misericordias -respondió don Quijote-, sobrina, son las que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien, como dije, no las impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías.

El Gran Capitán hizo reír a su digna esposa con estos chistes, hijos de su inexperta fatuidad, y ambos celebraron recíprocamente sus ocurrencias. Si es novela de caballerías lo que he contado dijo Santorcaz , pronto lo hemos de ver en España, porque pasan de cien mil los Esplandianes que andan desparramados por ahí esperando que su amo y señor les mande empezar la función.

¡Mirá, en hora maza -dijo a este punto el ama-, si me decía a bien mi corazón del pie que cojeaba mi señor! Suba vuestra merced en buen hora, que, sin que venga esa Hurgada, le sabremos aquí curar. ¡Malditos, digo, sean otra vez y otras ciento estos libros de caballerías, que tal han parado a vuestra merced!

Mirando aquella figura de sainete que se presentaba tan inoportunamente, dije para : ¿Qué vendrá a hacer aquí D. Pedro del Congosto? ¿Si creerá que sus caballerías ridículas sirven de alguna cosa en estas circunstancias? La de Leiva abrió los ojos, vio al estafermo, y como si no diera importancia alguna a su persona, volviose a y me dijo: ¿Qué piensa usted de lord Gray?

Palabra del Dia

bagani

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