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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Pasaban por las sendas las muchachas que regresaban de la ciudad, los hombres que volvían del campo, las cansadas caballerías arrastrando el pesado carro, y Batiste contestaba al «¡Bòna nitde todos los que transitaban junto á él, gente de Alboraya que no le conocía ó no tenía los motivos que sus convecinos para odiarle.

Procuraba siempre don Fernando leer los papeles que yo a Luscinda enviaba y los que ella me respondía, a título que de la discreción de los dos gustaba mucho. Acaeció, pues, que, habiéndome pedido Luscinda un libro de caballerías en que leer, de quien era ella muy aficionada, que era el de Amadís de Gaula...»

Pero veis cómo el piadoso cielo socorre en las mayores necesidades, pues llega don Gaiferos, y, sin mirar si se rasgará o no el rico faldellín, ase della, y mal su grado la hace bajar al suelo, y luego, de un brinco, la pone sobre las ancas de su caballo, a horcajadas como hombre, y la manda que se tenga fuertemente y le eche los brazos por las espaldas, de modo que los cruce en el pecho, porque no se caiga, a causa que no estaba la señora Melisendra acostumbrada a semejantes caballerías.

-Pues otra cosa hay en ello -dijo el cura-: que fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonísimas razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo. De manera que, como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento.

Lo que yo digo: pero Señor, ¿por qué se meterá ese hombre en libros de caballerías? ¿No podía vivir tranquilo como yo, trabajando para la vejez y sin exponerse a peligro alguno...? Y es la maldita ambición que hoy todo lo invade. En mis tiempos, antes de gastar un ochavo le dábamos cien vueltas, pero nos contentábamos con lo nuestro y vivíamos felices.

Atravesaron posiciones ocupadas por batallones carlistas. Entre los jefes había muchos extranjeros con flamantes uniformes austríacos, italianos y franceses, un tanto carnavalescos. A media tarde comieron en Lezaun y, arreando las caballerías, pasaron por Abarzuza.

Muchos dramas de esta clase, así por sus escenas de magia, cuanto por sus continuos cambios de decoración, y por la música, que las acompañaba, á propósito para cautivar los sentidos, exigían gran lujo escénico, y aprovechaban cuidadosamente con este objeto los elementos de la antigua mitología; con igual frecuencia empleaban las tradiciones de la Edad Media, los libros de caballerías y la poesía épica italiana.

-En la manta no hice yo cabriolas -respondió Sancho-; en el aire , y aun más de las que yo quisiera. -A lo que yo imagino -dijo don Quijote-, no hay historia humana en el mundo que no tenga sus altibajos, especialmente las que tratan de caballerías, las cuales nunca pueden estar llenas de prósperos sucesos.

Capítulo XLVIII. Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su ingenio

Todo en un año: el descubrimiento de un mundo nuevo, la unidad nacional, el nacimiento del teatro, la formación y reglamentación definitivas del lenguaje y la popularidad, por medio de la imprenta, de los libros de caballerías, que en costosos infolios caligráficos sólo habían servido hasta entonces de recreo a opulentos magnates como don Alvaro de Luna... El hidalgo pobre, el mozo camorrista, el viandante aventurero, conocieron por sus propios ojos las sergas del caballeresco Amadís y gritaron de entusiasmo con las hazañas de Palmerín y Tirante el Blanco.

Palabra del Dia

bagani

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