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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula, y dijo el cura: -Parece cosa de misterio ésta; porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen déste; y así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos, sin escusa alguna, condenar al fuego.
El camino, salvo el tramo de las ciudades antiguas, era llano. Allí habría caballerías para ayuda o repuesto. Cerca de la casa, como a dos cuadras de ella, aderezaron para caballerizas dos grandes caserones de madera, construidos años atrás para experimentos de una industria que al fin no dio fruto.
Volvió a mirarlo don Quijote, y vio que así era la verdad; y, alegrándose sobremanera, pensó, sin duda alguna, que eran dos ejércitos que venían a embestirse y a encontrarse en mitad de aquella espaciosa llanura; porque tenía a todas horas y momentos llena la fantasía de aquellas batallas, encantamentos, sucesos, desatinos, amores, desafíos, que en los libros de caballerías se cuentan, y todo cuanto hablaba, pensaba o hacía era encaminado a cosas semejantes.
Mas, puesto que conceda que está allí, no por eso me obligo a creer las historias de tantos Amadises, ni las de tanta turbamulta de caballeros como por ahí nos cuentan; ni es razón que un hombre como vuestra merced, tan honrado y de tan buenas partes, y dotado de tan buen entendimiento, se dé a entender que son verdaderas tantas y tan estrañas locuras como las que están escritas en los disparatados libros de caballerías.
El cura le estuvo escuchando con grande atención, y parecióle hombre de buen entendimiento, y que tenía razón en cuanto decía; y así, le dijo que, por ser él de su mesma opinión y tener ojeriza a los libros de caballerías, había quemado todos los de don Quijote, que eran muchos.
Delante de mí avanzaban lentamente algunos peones y una media docena de rancheros que iban al tianguis, jinetes en malas caballerías.
Por otra parte, veo con los ojos y toco con las manos no ser posible ser el mesmo, si ya no fuese que como él tiene muchos enemigos encantadores, especialmente uno que de ordinario le persigue, no haya alguno dellos tomado su figura para dejarse vencer, por defraudarle de la fama que sus altas caballerías le tienen granjeada y adquirida por todo lo descubierto de la tierra.
Aquí estaba enfermo nuestro santo fundador, dijo con voz meliflua y aquí fué su conversión. Pidió á la familia un libro de caballerías para entretenerse, pero como Dios tenía puestos sus ojos en él, hizo que nadie encontrase libros de tal clase y eso que abundaban en la casa.
Moda, afectación rebuscada y caprichoso artificio hubo, sin duda, en los libros de caballerías.
Fuera del Prado, los labriegos buscaban en Alborchí el mercado de los cerdos, o probaban caballerías en el Hostal Gran.
Palabra del Dia
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