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Actualizado: 23 de junio de 2025
Vea usted por qué mi egoísmo aumenta hoy su pena haciendo gravitar sobre ella todo el peso de la que a mí me devora. »Antes de salir de París, sentí que no podía alejarme sin ir a despedirme de Magdalena; así, después de traspasar la barrera, he hecho que mi carruaje diese la vuelta a los bulevares exteriores y a las dos horas estaba yo en Ville d'Avray.
Admiraba Ojeda el fuerte tirón con que este conjuro de esperanza había arrancado a los grupos humanos enraizados por la historia en lugares distintos del planeta. «¡Buenos Aires!», murmuraba el viento de las noches invernales al colarse por el cañón de la chimenea en el hogar campestre, donde la familia española o italiana maldecía el embargo de sus campichuelos y la escasez del pan; «¡Buenos Aires!», mugía el vendaval cargado de copos de nieve al filtrarse por entre los maderos de la isba rusa; «¡Buenos Aires!» escribía el sol con arabescos de luz en los calizos muros de la callejuela oriental, para el árabe en medrosa servidumbre; «¡Buenos Aires!», crujían las alas de oro de la ilusión al volar de reverbero en reverbero por los desiertos bulevares de una metrópoli dormida, ante los pasos del señorito arruinado y el bachiller sin hogar que piensan en matarse a la mañana siguiente.
Mañana correrémos los bulevares de Montmartre, de los italianos, de las Capuchinas, de la Magdalena; bajarémos por la calle Real, siguiendo despues la calle de Rívoli, hasta el Hotel de Ville, y dando un vistazo á las Tullerías, Plaza de la Concordia, campos Elíseos, y arco de la Estrella, monumento suntuoso, que no cuesta á Paris menos de 39 ó 40 millones de reales.
Pero, me diréis, ¿los bogotanos no pasean, no tienen un punto de reunión, un club, una calle predilecta, algo como los bulevares, nuestra calle Florida, el Ring de Viena, el Unter den Linden de Berlín, el Corso de Roma, el Broadway de Nueva York o el Park-Corner de Londres? Sí, pero todo en uno: tienen el Altozano.
Hay ahí un drama interesante, incluso para el público de los bulevares. Nada falta, ni el fiel servidor Eumeo, ni el pastor que hace traición a su amo, ni las criadas juiciosas, ni las criadas locas. El único defecto de esta historia es que siempre nos la han servido con una traducción llena de énfasis.
Millares y millares de variados tubos y reverberos iluminan las tiendas, los cafés, los hoteles, los casinos: otros tantos millares y millares de luces se reflejan en los espejos interiores, que tienen casi todos los establecimientos públicos, produciendo una especie de vision mágica; mientras que los faroles de los centenares de carruajes que van y vienen en un oleaje contínuo, convierten aquellos espaciosos bulevares en una atmósfera oscilante de luz.
Era el faro del Cerro; el monte que al ser visto por los primeros navegantes españoles dio, según la tradición, su nombre a la ciudad. Las luces se iban extendiendo profusamente. Alineábanse en dobles filas, indicando el trazado de los bulevares exteriores; otras más débiles punteaban con rangos superpuestos la negra masa de los edificios.
Por no disgustarla, se dirigió Robledo á las diez de la noche á la avenida Kleber, donde vivía la condesa, después de haber comido con varios compatriotas en un restorán de los bulevares. Dos servidores alquilados para la fiesta se ocupaban en recoger los abrigos de los invitados. Apenas entró el ingeniero en el recibimiento, se dió cuenta de la mezcolanza social descrita por Elena.
Declaro que hay que resistir menos asaltos desde la porte Saint-Martin hasta la Avenida de la Opera, a las 11 de la noche en los bulevares de París, o de 11 a 12 en la vereda del Critérium en Londres, que en aquella marcha incierta bajo una noche oscura.
Nadie, por otra parte, hace caso. ¿Acaso en París no atruenan por la noche en los bulevares una nube de muchachos que venden boletines con la noticia del asesinato de Gambetta o el accouchement de M. Grévy, como lo he oído frecuentes veces? No es raro oír en Bogotá: «Fulano me ha echado hoja». Es decir, Fulano ha escrito contra mí una hoja suelta, que ha hecho imprimir y fijar en las esquinas.
Palabra del Dia
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