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Actualizado: 23 de junio de 2025


Un ómnibus inmenso nos lleva desde la estacion del ferro-carril á no qué calle. En este momento atravesamos uno de los más dilatados y concurridos bulevares que surcan esta gran capital. Por la izquierda se descubre un magnífico paseo; por la derecha se descubren instantáneamente varias arcadas de los puentes que decoran el rio.

Y la capa observó el Conde; la olvida usted, y hará frío. No lo creo. En efecto rectificó la tía, tocando la mano de Judit, está abrasando. ¿Será que tienes fiebre? Convendría que no salieras. No, tía se apresuró a contestar la joven; nunca me he sentido mejor. El cupé aguardaba a la puerta; subieron a él y atravesaron los bulevares, juntos, en pleno día.

Muchos bulevares flanqueados de olmos hermosísimos, muy frondosos, rodeaban aquella ciudad de severa sombra. Cuatro veces al día para ir y volver al colegio los cruzaba yo. No era el camino más directo, pero el más apropiado a mis aficiones, porque me acercaba algo a la campiña.

Vamos hasta los bulevares me dijo tomándome por un brazo. Deseo que me acompañes y ya es casi de noche. Caminaba de prisa y me arrastraba como si estuviese apremiado por la hora. Tomó por el camino más corto, atravesó las alamedas desiertas y me llevó derecho al lugar en que se acostumbraba pasear durante el verano al caer la tarde.

No si es historia; pero entre un español y un francés, hay algo que riñe. Almorzamos en la calle Vivienne á las doce dadas, y dirigimos nuestras visitas á diferentes travesías de los bulevares. Apenas se encuentra establecimiento comercial de alguna importancia, en donde no aparezca, en puerta ó balcon, algun privilegio manifestado en pequeña ó grande medalla imperial.

Obdulia devoraba con los ojos al narrador, cuando este refería con hiperbólicos arranques las maravillas de la gran ciudad, nada menos que en los esplendorosos tiempos del segundo Imperio. ¡Ah! ¡la Emperatriz Eugenia, los Campos Elíseos, los bulevares, Nôtre Dame, Palais Royal... y para que en la descripción entrara todo, Mabille, las loretas!... Ponte no estuvo más que mes y medio, viviendo con grande economía, y aprovechando muy bien el tiempo, día y noche, para que no se le quedara nada por ver.

Da gusto vivir pensó al abandonar su hotel después de haber almorzado rápidamente en un comedor donde sólo quedaban los criados. Paseó toda la tarde por el Bosque de Bolonia, y poco antes del ocaso volvió á los bulevares. Se proponía comer en un restorán, buscando luego á los Torrebianca para pasar juntos una parte de la noche en cualquier lugar de diversión.

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irrascible

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