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Actualizado: 29 de junio de 2025
Los árboles crujían, la tempestad se desencadenaba sobre el miserable grupo y las llamas del ara se lanzaban hacia el cielo como un testimonio del voto. Entrada la noche, calmó la tempestad; los grandes nubarrones se corrieron y las estrellas brillaron centelleando sobre el negro fondo del firmamento.
El Padre Montero me miró con extrañeza y ví que sus trémulos labios iban a formular una pregunta; pero en ese momento el ave movió las alas, que brillaron a la luz del ocaso, como si cayera una cascada de gemas dentro de una hoguera, y tendió el vuelo en dirección nuestra.
Le brillaron los ojos con un resplandor azulado. Sentía la misma cólera que al leer los relatos da los primeros torpedeamientos de grandes trasatlánticos en las costas de Inglaterra.
Poco después de anochecer comenzó a cavilar... las cosas se le caían de las manos... no estaba su voluntad en lo que hacía... De pronto se dibujó en sus labios una sonrisa y los ojos le brillaron entre alegre y maliciosamente.... Los amos habían ido al teatro con sus convidados, para hacer tiempo... Aún tardarían bastante.
Solo una vez brillaron sus espadas: Para romper cadenas execradas, Y sostener las tablas de la Ley; Para postrar esclavos y tiranos, Para afirmar los vínculos de hermanos, Y atarlos con cadenas de laurel.
A la salida de la iglesia brillaron al sol las flores exóticas y los pintarrajeados pájaros de centenares de pañolones chinescos en que iban envueltas las amigas de la novia. Un diputado fue el padrino. Sobre los fieltros blancos y negros de la mayoría de los convidados destacábanse los brillantes sombreros de copa del apoderado y otros señores entusiastas de Gallardo.
Apretó los labios, le brillaron los ojos, y dijo con enfurruñamiento: No; tú no serás ministro; no quiero que lo seas, no me da la gana, ¿lo entiendes, Isidro?... Dime que no lo aceptarás aunque te lo ofrezcan; dimelo, o reñimos... El mundo está lleno de tentaciones, y ¡no digo nada si acudirían las señoronas al ver a este feo, que habla como los propios ángeles y tiene tanto talento, vestido de general, con una casaca de esas que tienen la pechera bordada de ojos!... ¡lo mismo que las moscas a la miel! ¡Ojo, señorito!
Nunca dieron mayor razón de sí ni brillaron tanto estas prendas como durante la última, lenta y penosa enfermedad del mencionado rey, a quien asistió D. Cristóbal, desvelado y solícito, hasta el instante de su muerte.
Hay una simpatía oculta que me lo hará conocer. Le veré temblar. Yo mismo al verle, me sentiré estremecer de repente y sin saber por qué. Tarde ó temprano, tiene que ser mío. Los ojos del médico, fijos en el rostro de Ester, brillaron con tal intensidad, que ésta se llevó las manos al corazón como temiendo que pudiese descubrir allí el secreto en aquel momento mismo.
Murió como un valiente De su Escuadron al frente Cargando con valor, En un túmulo inmenso Y en medio del incienso Del taco del cañon. No cánticos pagados... Sus voces sus soldados Alzaron en loor; No funerales fuegos... Ardientes lanzafuegos Brillaron en su honor. No triste terciopelo, Ni lágrimas de hielo, Ni orgullo y vanidad; Banderas le envolvieron, Y ¡vivas! le siguieron A la mansion de paz.
Palabra del Dia
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