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Don Rodrigo quiso sostenerse sobre sus pies, pero no pudo; le brotaba la sangre á borbotones de la herida, se desvaneció, vaciló un momento y cayó. Juan Montiño se arrojó sobre él, le desabrochó la ropilla y buscó con ansia en ella: en un bolsillo interior encontró una cartera que guardó cuidadosamente. Don Rodrigo no le opuso la menor resistencia. Estaba desmayado.

¡Echad! exclamó al cabo de un rato Van-Stael. Los chinos arrojaron los moluscos en las calderas. Por algunos instantes se les vió agitarse y contraerse desesperadamente; después quedaron inertes en el fondo del agua, que hervía a borbotones. El Capitán, entre tanto, no apartaba la vista del reloj que había sacado, y que tenía en la mano. Ocho minutos dijo ; el trépang está a punto.

Le vio de espaldas sobre la roja tierra, con medio cuerpo a la sombra de un naranjo, ennegrecido el suelo con la sangre que salía a borbotones de su cabeza destrozada. Los insectos, brillando al sol como botones de oro, balanceábanse ebrios de azahar en torno de sus sangrientos labios. El discípulo se mesó los cabellos. ¡Recristo! ¿Así se mataba a los hombres que son hombres?

Así llegaron a Peleches, en cuyo saloncito de labor, o mejor dicho, estudio de Nieves, con las puertas del balcón abiertas de par en par para que entrara a borbotones el nordeste que corría, saturado de los efluvios de la mar, fueron recibidos por los señores de la casa y por don Claudio Fuertes, que también estaba convidado a comer.

El revólver del señorito quedó asomando a la abertura del bolsillo, sin que la mano tuviese fuerzas para tirar de él. Vaciló Dupont sobre sus pies, sonó un ronquido de bestia degollada; un estertor que aceleró los borbotones del chorro negro que salía de su cuello, como un caño roto.

¿Lo ves? saltó aquí el hombrazo, con un vozarrón que aturdía. ¡Ya sacastes la pata!... ¡ya la jicistes! ¿En qué? preguntó mi tío, fingiendo extrañeza, mientras el Cura reía a borbotones y lanzaba latines y yo no sabía qué pensar de todo aquello...

A él ya no se parecería; pero a su padre, al procurador Reyes, ; el gesto de pena, la mueca de los labios, el entrecejo... todo aquello era de su padre. ¡Ay! ¡Cómo se le metía por el alma, a borbotones, como lágrimas de ternura que en vez de salir entrasen, el amor de aquel hijo, de aquel ser débil, abandonado por los ángeles entre los hombres!, pero ya no amor abstracto, metafísico; amor sin frases, amor nada retórico.... amor inefable, pero que satisfacía la conciencia y daba sanción absoluta al juramento de constante y callado sacrificio.

Pimentó, de bruces en el suelo, se quejaba con lamentos que parecían ronquidos, saliendo á borbotones la sangre de su rota cabeza. Con la fraternidad del ebrio, acudió Terreròla el mayor en auxilio de su rival, mirando hostilmente á Batiste. Le insultaba, buscando en su faja un arma para herirle.

Los fuertes payeses sujetaron fácilmente con sólo una mano al enfermizo muchacho, pero éste, incapaz de moverse, desahogó su rabia tendiendo un puño hacia el camino, mientras las amenazas e insultos salían a borbotones de su boca. Estaba, sin duda, contando a los amigos lo ocurrido en la noche anterior, cuando apareció Febrer. Adivinaba éste en las voces chillonas las amenazas del Cantó.

Ella sólo puede asosegaros esos bullentes borbotones del cerebro y salvaros de caer en la pasión del orgullo, en esa peligrosa y aborrecible pasión que nos convierte en un fruto mollar para el Demonio. Dios queriendo, hijo mío, yo seré muy pronto promovido a Obispo de Cartagena o de Orense, como lo asegura don Alonso.