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Actualizado: 5 de junio de 2025
El rey era su amigo; el presidente del Consejo de ministros preguntaba por su salud siempre que recibía una cornada. Era una gloria nacional, y Mina le siguió durante unas semanas de plaza en plaza. Pero, al fin, el héroe tuvo la misma suerte que los otros. No se atrevía á resistir la mirada de la millonada; balbuceaba al contestarle.
¡Quiero conocerla en seguida! exclamó, y si me gusta, empezaremos á ensayarla mañana mismo. Rojo de contento, Mr. Chalonette sacó su manuscrito y comenzó á leer. Acabó la lectura de la última cuartilla entre los brazos engañadores de Bissón. ¡Eso es admirable! repetía el dramaturgo. ¡Una obra maestra!... Pero, ¿quién iba á creerlo? El alguacil balbuceaba: Y... diga usted... ¿se estrenará pronto?
¡Hola! dijo ella con una sonrisa repugnante ; ¡hola! ¡tú, tan fuerte, y tiemblas! Tiemblo... tiemblo... Si crees que es posible sentir tu garra sobre mi piel, te equivocas. Pero, si en lugar de ese cuero negro y curtido se tratase de una mano blanca y regordeta, ya verías entonces si Kernok... Y balbuceaba, bajando involuntariamente la vista ante la mirada fija e insistente de la bruja.
Todo esto balbuceaba, M. Samson... todo esto... ¿sabe usted?... es trapo. El comediante se echó á reír. Pues hágame usted el favor de desnudar á esta señorita repuso, y sabré á qué atenerme. Raquel ingresó en el Conservatorio en 1836, y al año siguiente apareció como primera actriz sobre el escenario del Teatro Gimnasio, y en un drama histórico de escaso mérito, titulado La vandeana.
No sabiendo, pues, cuánto le daban, el cura no sabía cómo agradecer; balbuceaba: Os doy muchísimas gracias, señora; sois demasiado buena, señorita. En fin, como no agradeciera lo bastante, Juan creyó deber intervenir. Mi padrino, estas señoras acaban de daros dos mil francos. Entonces, presa de una gran emoción y agradecimiento, el cura exclamó: ¡Dos mil francos, dos mil francos para mis pobres!
Movido a la vez por un sentimiento de vergüenza y de gratitud, balbuceaba encendido el rostro: Señor, yo... yo bien quisiera darle las gracias como se merece... mas no encuentro palabras. Siéntome confundido y avergonzado de mis estúpidas desconfianzas... ¿Cómo podría yo demostrarle mi agradecimiento y merecer su perdón?...
No entendía lo que le decían los camaradas, y con el rostro intensamente pálido, frunciendo las cejas como para concentrar su atención, balbuceaba sin saber lo que decía: ¡Fuera too er mundo! ¡Ejarme solo! Mientras tanto, en su pensamiento seguía cantando el terror: «¡Hoy mueres! ¡Hoy es tu última cogida!» El público adivinaba los pensamientos del espada en sus desacompasados movimientos.
Y Juanito miró angustiosamente a la criada que balbuceaba, no sabiendo qué responder. La empujó rudamente y entró. Visanteta sin perder su ceñuda seriedad, levantó los hombros, hizo un gesto de resignación, como diciendo: «Que ocurra lo que Dios quiera»; y volviendo la espalda al señorito, se fue hacia el comedor. No había nadie en el salón.
Como nunca quiso ser menos que el médico, pidió la palabra el profesor de veterinaria Navarro. El orador tropezaba, balbuceaba, sudaba para emitir su pensamiento. Pero esta deficiencia de expresión, la suplía cumplidamente la novedad y el interés que el tema ofrecía. A la sazón estaban falleciendo de anginas, en Sarrió, bastantes de aquellos simpáticos animales.
Pero... pero... balbuceaba Momoy temblando. ¡Nakú! dijo la Sensia mirando á su novio y temblando tambien al recuerdo de que había estado en la fiesta; este señorito... si llegaba á estallar... Y miraba á su novio con ojos iracundos y admiraba su valor. Si llegaba á estallar...
Palabra del Dia
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