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Actualizado: 5 de junio de 2025


Lo que más le ha consolado ha sido el ver que yo lloraba también, y que mis hijos, al verme llorar a , lloraban igualmente. Aquel padre ha sido llorado por quien ni de nombre le conocía, mientras su hija balbuceaba algunas palabras que partían el corazón. ¡Pobre hija!

Con cierto apresuramiento se fué llevando al joven hacia el vestíbulo del Casino, como si quisiera evitar la presencia de los grupos que llenaban el atrio. Teniente, voy á decirle una cosa... Necesito... pedirle un favor. Balbuceaba, no sabiendo cómo expresar un deseo que él mismo tenía por absurdo. Esta indecisión, unida á las vacilaciones de su voz, acabó por irritarle.

Echada de boca junto a él, con los ojos entoldados por el ancho fleco de medallas, el mentón en la mano, las uñas sobre el labio, sinuosa y desnuda, balbuceaba las palabras de la paloma de oro con cola de perlas, y al llegar a la descripción de las delicias celestiales envolvíale en sus brazos, frescos como las fuentes del Salsabil y Alcafur, juntando frenética su rostro con el suyo.

Y la temblaban las piernas, balbuceaba y no se atrevía a alzar los ojos por no ver a su cuñado. A lo lejos sonaban chirridos de ruedas; voces prolongadas se llamaban a través de los campos, rasgando el silencioso ambiente del crepúsculo. Marieta miraba con ansiedad el camino. Nadie. Estaban solos ella y su cuñado.

Pobre hijo mío... ¡Qué disgusto tendrás por no haber podido estar a mi lado en este trance supremo!... Dirás a todos que no sufro... Que ya estoy en un lugar delicioso, desde el cual veo el cielo desde donde bendicen a mis hijos...» Después, sus labios sonreían dulcemente, balbuceaba algunas palabras y nuevamente quedaba rendida por la fatiga.

Balbuceaba, al mismo tiempo que su rostro, siempre de una palidez verdosa, se enrojecía ligeramente.

Y marcaba los ergos y los tues con una fruicion indecible y guiñaba el ojo como diciendo: ¡estás frito! Es que... es decir que... balbuceaba Plácido. Es decir que no has comprendido la leccion, espíritu mezquino que ¡no te entiendes y soplas al vecino! La clase no se indignó, al contrario, muchos encontraron el consonante gracioso y se rieron. Plácido se mordió los labios.

En el primer momento no podía hablar y balbuceaba palabras confusas; pero la posesión del precioso documento pronto le devolvió la energía. Dominó su conmoción y exclamó apretando con ansia febril la mano del intendente: ¡Oh Mathys! ¡Si supierais cuán feliz me siento! El más bello sueño de mi vida parecía desvanecerse para siempre y hete aquí que se realiza de golpe. ¡Gracias, gracias!

Palabra del Dia

lanterna

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