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Actualizado: 7 de mayo de 2025


En las reuniones buscaba siempre á las personas graves, lamentándose con ellas de la ligereza y la corrupción de los tiempos presentes. Se había fijado en la asiduidad con que el ingeniero seguía á su hija, en su afición á bailar juntos y en sus conversaciones aparte. Además, tenía noticias de varios encuentros, demasiado casuales, en los paseos de la ciudad.

Se hizo, en suma, lo que en todas las casas opulentas, menos bailar. Y aunque el personal por dentro dejaba mucho que desear, por fuera parecía tan pomposo y brillante como el de los demás palacios. Hasta había títulos de Castilla que honraban la tertulia con su presencia, entre ellos el marqués de Dávalos, tan loco y enamorado como siempre.

BERGANZA. Es, pues, el caso que el atambor, por tener con qué mostrar más sus chacorrerías, comenzó a enseñarme a bailar al son del atambor y a hacer otras monerías, tan ajenas de poder aprenderlas otro perro que no fuera yo, como las oirás cuando te las diga.

Ya veis, el hablar mucho, el cantar y el bailar abren el apetito, y cuando se han hablado y cantado amores y se está enamorado... ¿Y de quién está enamorada Dorotea? dijo con interés el padre Aliaga. De una persona á quien vos conocéis. ¿Que yo conozco? , ciertamente, y de la cual tenéis celos. ¡Celos! por cierto; unos celos concentrados, crueles, que queréis ocultaros á vos mismo.

Velázquez estaba de alegrísimo humor, quizá porque su querida no lo tenía tan melancólico como otras veces y se había avenido á bailar unas seguidillas con Frasquito, cosa que hacía mucho tiempo no se había podido recabar de ella. En la corriente de la conversación se habló de fruta, y el majo manifestó que había recibido aquel mismo día de Medina unos albérchigos magníficos.

Cuando la orquesta se calló, llevó a su pareja hacia un ángulo de la sala, y allí departieron un momento de pie. Pablito sintió arder entre las cenizas de su amor una chispa de simpatía por aquella muchacha tan alegre, tan apacible, tan cariñosa. Ya tenía deseos de bailar contigo, Nieves le dijo mientras se limpiaba el sudor con el pañuelo. Y yo con usted, Pablo. ¿Usted? La joven se ruborizó.

No haga V. caso: nunca he soñado en bailar; pero menos ahora que me encuentro en tan agradable compañía. La chica estaba tan asustada todavía, que no supo dar las gracias. Adivinando su inquietud nuestro joven, prescindió de las bromas habituales en él y comenzó a tratarla con más respeto.

Las señoras, que habían mostrado deseos de ver á D. Fadrique bailar, repitieron sus instancias, y una de las doncellas tomó una guitarra y se puso á tocar para que D. Fadrique bailase. Baila, Fadrique, dijo D. Diego, no bien empezó la música. Repugnancia invencible al baile, en aquella ocasión se apoderó de su alma.

Que ya no lo veremos salir más. Después, lanzando una risa clara: ¡, ya , es pura locura! ¡Vamos a bailar! Una nueva danza acaba de empezar.

La insistencia de Elena en bailar con el mismo jovenzuelo había acabado por imprimir en su rostro un gesto de descontento igual al que mostraba Torrebianca. Siempre que pasaba ella en brazos de su danzarín, sonreía á Fontenoy con cierta malicia, como si gozase viendo su cara de disgusto.

Palabra del Dia

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