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Actualizado: 7 de junio de 2025
Es dulce y agradable para una zagalita el contar á otra sus secretillos y aun las menudencias de su vida... «¿Has lavado ayer?... ¿Cuándo te has comprado esos corales?... ¿Estuvo aquél en tu casa el sábado?...» Pero es mucho más agradable bailar un rato con el galán preferido.
En el palacio estaban de gran fiesta, sin acordarse de Meñique, ni de que le debían el agua y la luz; cuando de repente oyeron un gran ruido, que hizo bailar las paredes, como si una mano portentosa sacudiese el mundo. Era el gigante, que no cabía por el portón, y lo había echado abajo de un puntapié.
Al día siguiente Glocester delante del Magistral, sin compasión, refería en la catedral todo lo que había sucedido en el baile. «La aristocracia se había encerrado en un gabinete, en el gabinete de lectura, para cenar y bailar, y doña Ana Ozores, la mismísima Regenta que viste y calza, se había desmayado en brazos del señor don Álvaro Mesía».
Ya has podido notar dos veces sus efectos: una, cuando estuvo a punto de desmayarse al declararle tu pasión; la otra, cuando el bailar contigo la puso al borde del sepulcro. Tú ejerces sobre su naturaleza, nerviosa y delicada, una influencia fatal; tus palabras, tu aliento y hasta tu presencia, la trastornan.
Déjele V.; otra vez le veremos, dijo la que tocaba la guitarra. Ha de bailar ahora repitió D. Diego. Baila, Fadrique. Yo no bailo con casaca, respondió éste al cabo. Aquí fué Troya. D. Diego prescindió de las señoras y de todo. ¡Rebelde! ¡mal hijo! gritó: te enviaré á los Toribios: baila ó te desuello; y empezó á latigazos con D. Fadrique.
De buena gana bailarías un poco, ¿no es verdad?... Pues mira, por mí no has de dejar de hacerlo. Vamos allá, que quiero bailar contigo. Y dicho y hecho: la condesa, á pesar de los ruegos y las protestas del mayordomo, le arrastró hacia el sitio del baile y se introdujo allá resueltamente.
Como otras veces te pones a bailar desde que te digo una cosa alegre.... ¿Pero hacia dónde vamos hoy? El día está feo. Vámonos hacia la Trascava, que es sitio abrigado, y después bajaremos al Barco y a la Terrible. Bien, como tú quieras.... ¡Ay!
Verdad es que el pardo tenía, según el, un ascendiente poderoso sobre el bello sexo. Los dos amantes, una vez de acuerdo en bailar esa noche en la Alegría sin que los patrones lo notaran, pusieron en juego su plan.
Balbuceó, como si al darse cuenta de su turbación sintiese cierta vergüenza. Daba excusas por su aspecto sencillo, cuando todas las mujeres del buque habían sacado aquella noche sus mejores trajes. Ella no había de bailar, y tampoco gustaba de permanecer sola en el salón mientras su marido jugaba en el fumadero.
Según la pareja que lo baila, puede tocar en los extremos: o fantásticamente espiritual o desvergonzadamente sensual; habla al alma o a los sentidos. Todo depende de la almea. Refieren que un arzobispo vió de una manera casual bailar la mozamala, y volviéndose al familiar que lo acompañaba, preguntó: ¿Cómo se llama este bailecito? La zamacueca, ilustrísimo señor. Mal puesto nombre.
Palabra del Dia
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