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Actualizado: 7 de julio de 2025
Pensé que, tratándose de matrimonio y de D. Santos, eso se sobrentendía. Pues no sobrentiendas más y aplícate a bailar con Paco, porque, según mis cálculos, durará cinco minutos.
Comenzaron en seguida las presentaciones y los mutuos cumplimientos; tocose luego a bailar, y con este motivo la novia se colgó del brazo que el novio la ofrecía y, se largaron juntitos por el salón adelante. En aquel encuentro y en aquel paseo, ¿no había un extraordinario parecido con los encuentros que ella tenía y con los paseos que se daba bien a menudo en las arboledas de su retiro?
Sin preocuparse para nada de las parejas, ni de la magnificencia del salón en que se efectuaba el baile, las dos hablaban cerca de la chimenea. ¡Hablar en vez de bailar, a los quince o diez y seis años!... Forzosamente, la conversación tenía que ser interesantísima, y esta sola idea avivaba en mí el deseo de escucharla.
El tango de los violines del bulevar es contestado como un eco por el tango de los violines de toda la Costa Azul y de las estaciones veraniegas que empiezan á abrirse. El ideal femenil, en este momento, no va más allá de bailar la danza de moda con un guerrero de los Estados Unidos. Se desvaneció la pesadilla; todo olvidado.
Todos los años se repiten las mismas gracias, con igual éxito y causando idéntica algazara y regocijo. Pero el jueves de Comadres es el día señalado entre todos para divertirse y echar abajo los talleres. Desde por la mañana llegan las cestas con los disfraces; y obtenido el permiso para bailar y formar comparsas, las oscuras y tristes salas se trasforman.
¿Pero qué vais á hacer conmigo? exclamaba el infeliz llorando. Brinco más ó menos, bailarás, hijo, y bailarás en el aire dijo un alguacil. ¡Que bailaré! ¡Para bailar estoy yo! Yo no quiero bailar dijo Montiño. Que quieras que no quieras, á la fuerza ahorcan repuso otro de los alguaciles. ¡Ahorcan! ¡Que me ahorcarán! ¡Conque después de haber sido robado en cuerpo y alma, he de ser ahorcado!
Para Gabriel, no era esto un descubrimiento. Desde pequeño conocía aquella imagen de mujer hermosa y sensual, con sonrisa mundana, el cuerpo inclinado, la cadera saliente, y en los ojos una expresión de alegría retozona, como si fuese a bailar. El niño, en sus brazos, también reía, y echaba mano al rebocillo de la hermosa como si quisiera descubrirla el pecho.
Tengo ganas de entrar en la Trapa, mi querido cura. ¡Ah! si tuviese seguridad de que de cuando en cuando se me permitiría bailar con apuestos caballeros, como algunos que conozco, tened por por cierto que iría a refugiarme allí y a enterrar mi juventud y mi belleza. Pero creo que este género de distracciones no está muy de acuerdo con la regla de la Orden.
Muchos a las doce, después de bailar y cantar y alborotar, ya tenían apetito; se había comido temprano; otros no hicieron más que probar golosinas y beber. Como la noche se había quedado tan serena y templada que parecía de las primeras de Septiembre, se cenó en la estufa nueva que se inauguró en este día; era grande, alta, confortable, construida por modelo de París.
Al día siguiente, cuando le vió en la calle, le pareció aún mejor y le saludó afectuosamente. Manolo Uceda respondió al saludo con agrado, y algunos días después, con ocasión de cierta fiesta con música al aire libre, se aventuró á dirigirle la palabra, á acompañarla y, lo que es aún más, á sacarla á bailar. Este último obsequio puso corona inmarcesible á la gratitud de Soledad.
Palabra del Dia
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