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Actualizado: 7 de septiembre de 2025
Efecto inmediato. Verán ustedes... Si se le da a un anacoreta, en seguida se pone a bailar». Como la nueva fase del trastorno de Maxi era pacífica, tía y esposa estaban en expectativa. Por las noches no se movía de la cama, y si bien es verdad que hablaba solo, hacíalo en voz baja, en el tono de los chicos que se aprenden la lección.
Hizo un mohín de desprecio la linda morenita. ¡Yo perdida por ese cachorro!... No me conoces, Carmela. Y para demostrar lo contrario llamó á uno de sus primos que por allí andaba y le invitó á bailar. Bailaba con sobrado coraje la molinera de Lorío para que no dejase sospechar que había en ello más jactancia que alegría. Sin embargo, la romería iba cerca de su fin.
Frasquito, que estaba agitadísimo después de la reyerta con su suegro, experimentó la necesidad de bailar, quizá para aturdirse, y bailaba con Isabel. El señor Rafael trincaba con el maestro carpintero en un rincón, mientras en otro, una joven casada, cuyo marido no estaba allí, contaba sus desazones domésticas y pedía consejo á Paca la de la Parra.
Entonces los artesanos se salían y marchaban un poco más lejos a bailar con aquellas que, desdeñadas por los caballeros, o de temperamento más bravio, los seguían, arrojando miradas torvas de desafío al coro principal. Ni se crea que faltaba tampoco aquella tarde el baile de sociedad.
Pero mientras Perla decía esto, se echó á reir y empezó á bailar con la gesticulación petulante de un pequeño trasgo, cuyo próximo capricho sería escaparse por la chimenea. ¿Eres tú en realidad mi hija? le preguntó Ester.
¡Adriana! exclamó una de ellas, necesitamos una pareja más, vengan los dos. Ella se levantó, y con expresión seria: Tal vez en el fondo lo quiero muchísimo, Muñoz; escucharé todo lo que quiera decirme, pero ahora no podría dejar de bailar y divertirme, la tristeza me ahogaría. Y salió envuelta en el torbellino de las muchachas.
Ya sabéis ¡pardiez! que tenemos diez millones a bordo. ¡De modo que, elegiréis entre ser colgados en las vergas del inglés, o entre volver a Saint-Pol con los bolsillos llenos, a beber grog y a hacer bailar a las muchachas!
No, todavía no me he comprometido contestó Nancy con tranquilidad, aunque sonrojándose. Entonces, espero que no tendréis ningún motivo para no bailar conmigo prosiguió Godfrey, comenzando a no darse ya cuenta de que había algo de molesto en aquel arreglo. No, ningún motivo respondió Nancy con frialdad. ¡Ah!
¡Phs! profirió Pablito, en quien el deseo de levantarse se había transformado ya en verdadero anhelo. Sí, muy bien... y además tiene gusto para escoger pareja. ¡Caramba qué muchachas tan guapas se lleva usted siempre, señorito! Hace algunos meses le veía bailar siempre con una rubia... ¡hasta allí!
El de que voy hablando concluyó al anochecer; y como fué tan grato á los que en él tomaron parte, hablaron éstos del asunto en la ciudad, cundió su fama en paseos y salones, y, por si iban mal dadas, aprendieron á bailar los jóvenes que aún no sabían, y los que sabían mal, se perfeccionaron.
Palabra del Dia
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