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Actualizado: 26 de julio de 2025


Porque entre nosotros, cuando el pueblo está contento, necesita estar siempre bailando, y como por aquellos tiempos las calles de la ciudad eran excesivamente estrechas para la farándula, pífanos y tamboriles situábanse en el puente de Aviñón, al viento fresco del Ródano, y día y noche se estaba allí baila que bailarás. ¡Ah, qué dichosos tiempos, qué ciudad tan feliz!

Un fulgor breve, brillante, vaciló de improviso a través del cuarto, bailando por las paredes, vagando en reflejos amarillentos sobre el escritorio, e hizo brotar de la obscuridad, como un espectro agazapado, la mesa de tocador cubierta de blanco. El doctor había encendido un fósforo y buscaba la pequeña lámpara de pantalla verde que iluminó las noches sin sueño de Olga.

Toda la familia de doña Manuela se entusiasmó con el aspecto de la falla. Había que avisar a las amigas. Por la tarde tendrían música en la plaza; y la rumbosa viuda pensaba ya con placer en el «brillante» aspecto que presentaría su salón, bailando las niñas y sus amiguitas, mientras las mamas pasarían al comedor a tomar un chocolate digno del esplendor de la familia.

Desfilaban ante sus ojos los recuerdos de algunos meses antes, cuando se había iniciado su amor, de cinco á siete de la tarde, bailando en los hoteles de los Campos Elíseos que realizaban la unión indisoluble del tango con la taza de . Ella pareció arrancarse de estos recuerdos á impulsos de una obsesión tenaz que sólo había olvidado en los primeros instantes del encuentro.

Yo me decidí a intentar bailar el fandango al son del tamboril; pero, como no sabía mover los pies, hice que se rieran de las mujeres y los hombres. ¡Bravo, Shanti! ¡Bravo! me gritaban los viejos pescadores, que se acercaron a mirarme todos en fila, con las manos metídas en los bolsillos del pantalón. Creo que estoy bailando como un lobo de mar le dije a Mary. Ella no pudo contener la risa.

Y Margalida, mujer al fin, siguió bailando, sin haberla impresionado gran cosa, como buena ibicenca, el estampido de la pólvora. Fijaba en el Ferrer una mirada de agradecimiento por su bravura, que le hacía desafiar la persecución de la Guardia civil, tal vez próxima; contemplaba después a sus amigas, temblorosas de envidia por este homenaje.

El anciano seguía bailando como una caricatura femenil entre las lúbricas excitaciones que le dirigía la Marquesita. ¡San Patrisio!... ¡Que la puerta se sale del quisio!

Jugaba durante todo el dia y hasta media noche, ora whist, ora veintiuna, y á veces hasta monte con los Españoles, sin prescindir por eso del ajedrez, las damas y demas juegos inocentes. Aquella vieja de espejuelos, bailando como loca y jugando como un Yankee, parecía haber apostado con el tiempo á no dejarse vencer....

En los fúlgidos salones los disfraces van bailando y ondulando, al compás de locos valses y corteses rigodones. Está lleno el gran palacio.

Sobre uno de los cuadros de césped del jardín, una media docena de jóvenes, enlazadas de dos en dos, reían con estrépito, bailando alegremente al sol, mientras que un piano hábilmente tocado, les enviaba, á través de una ventana abierta, los compases de un impetuoso vals.

Palabra del Dia

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