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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Venid conmigo, y los dos Esperemos este día. Los dos juntos prosiguen entonces su peregrinación, y llegan á un palacio soberbiamente iluminado, dentro del cual se oye plácida harmonía. En él reina la locura del mundo. Alegre muchedumbre rodea á los extranjeros cantando y bailando, y los invita á entrar en el palacio.
El primero de Julio celebraron los Griegos dentro de su pueblo con gran solemnidad una de sus fiestas, y como el mayor de sus deleites es el de el vino, vicio que en todas las edades infamó mucho esta nacion, bebiendo de manera, olvidados de que el enemigo estaba sobre sus murallas, y atento á las ocasiones de su daño, que unos bailando, otros á la sombra durmiendo, dejaron de guarnecer las murallas como solian.
Precisamente oyó entonces la voz de su madre, y corriendo con la misma ligereza que revoloteaban los pajaritos ribereños, se presentó ante Ester, bailando, riendo, y señalando con el dedo el adorno que se había fijado en el pecho.
«Los oficiales de la ciudad cada uno con su oficio apartado venian con muchos juglares de cuerda, é trompetas, é órganos de manos danzando, é bailando, y otros tañendo, mostrando cada uno las mayores alegrias que podian, y ansí entraron en los palacios del dicho Sr.
¿Qué haces, Nela? ¡Ah!, niño mío, estoy bailando. Mi contento es tan grande, que me han entrado ganas de bailar. Pero fue preciso saltar una pequeña cerca, y la Nela ofreció su mano al ciego. Después de pasar aquel obstáculo, siguieron por una calleja tapizada en sus dos rústicas paredes de lozanas hiedras y espinos.
Por de contado que aquí no podía esperarse nada parecido á lo que se hubiera visto en las fiestas populares de Inglaterra en tiempos de la Reina Isabel; ni rudas representaciones teatrales; ni ministriles con sus arpas y baladas legendarias; ni músicos ambulantes con un mono bailando al son de la música; ni jugadores de mano y titiriteros con sus suertes y artificios de hechicería; ni payasos y saltimbanquis tratando de alegrar la multitud con sus chistes, quizás de varios siglos de antigüedad, pero surtiendo siempre buen efecto, porque se dirigen á los sentimientos universales dispuestos á la alegría y buen humor.
Los señoritos, en relación con aquellas jóvenes por los bailes de las Escuelas, acostumbrados ya al dulce, no querían perder su derecho de monopolio ni aun al aire libre; entraban también en ellas, bailando sin garbo, con los brazos muy abiertos y las piernas inmóviles.
Se encontraban todos los días en la calle, en el paseo, en el teatro, en la iglesia. «De pequeños» recordaba Cecilia que cierta tarde en la romería de Elorrio bailando la giraldilla con otras chicas de su edad, se llegaron unos granujas a estorbarlas, tirándolas del pelo desde fuera, empujándolas con fuerza y metiéndose en el corro gritando para hacerlas perder el compás.
Ese hombre, ese ángel de Dios, me ha dado esperanza, muy poca esperanza; pero la esperanza parece que se agarra más, cuando más chica es. Quiero echarla de mí diciéndome que es imposible, no, no, casi imposible, y ella... pegada como una lapa...» Así me habló mi padre. Por su voz conocí que lloraba.... ¿Qué haces, Nela, estás bailando? No, estoy aquí a tu lado.
El pueblo, que está bebiendo ó bailando, le saluda y da la bienvenida con gritos descompasados y mucha algazara, diciendo: ¿Tata equice? Padre, ¿ya has venido? á que responde él con el título de Panitoques, esto es: «¿Hijos qué hacéis? ¿Estáis bebiendo ó comiendo?
Palabra del Dia
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