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Actualizado: 26 de octubre de 2025


E otrosí los judios vestidos como cristianos danzando, é bailando con cintas de plata ceñidos, é sus juglares delante dellos, é ansí todos los dias de la dicha fiesta venian a por las calles faciendo sus alegrias, fasta entrar en los palacios del dicho Señor Rey

Choca ver a Fausto bailando con una bruja joven, en indecente jaleo y cantando coplas picarescas y lascivas, después de haber muerto traidoramente al hermano de su querida y hallándose ésta en el mayor peligro, desconsuelo y abandono.

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. 2 Mi alma tuvo sed de Dios, del Dios vivo. ¡Cuándo vendré, y compareceré delante de Dios! 4 De estas cosas me acordaré, y derramaré mi alma sobre . Cuando pasaré en el número, iré con ellos hasta la Casa de Dios, con voz de alegría y de alabanza, bailando la multitud.

»Pues estaba la casa adornada con mucho gusto; pues le aseguro a usted que en Madrid se consiguen los imposibles en hubiendo dinero largo. »Aunque todo era gente muy circunspuesta, gloria daba ver cómo se divertían bailando e hiciendo miles diabluras toda la santa noche sin resollar. Así es que la gente decía, a voz en cuello, que otra como ella no se había visto en Madrid en jamás de los jamases.

Luego, pensando que lo esencial era evitar las murmuraciones, ideó varias cosas, hasta que al último le pareció lo mejor ir a ver a su amigo Bautista Urbide. Había visto al vasco francés muchas veces bailando con la Ignacia y creía que tenía alguna inclinación por ella. El mismo día que le dieron la noticia se presentó en la tahona de Archipi en donde Urbide trabajaba.

En esta situación desconsoladora, testigos diarios de los tormentos ó suplicios de sus compañeros, y esperando á cada momento igual suerte, se esforzaban los míseros cautivos, casi todos españoles, en olvidar su desdicha, recordando sin cesar su amada patria, y bailando y divirtiéndose como si estuvieran en ella.

Todo lo que su figura tenía de plebeyo lo disimulaba el traje masculino; ni las gruesas muñecas, ni el recio pelo dañaban a su gentileza, que era de cierto notable y extraordinaria. La comparsa recorrió los talleres, bailando y cantando, recibiendo bromas de las señoras, y alegrando la oscuridad de las salas con la nota blanca y azul de sus trajes.

Su nariz pequeña, redonda, arrugada y dura como una nuececita, no paraba un instante: tanto la movían los músculos de su cara pergaminosa, charolada por el fregoteo de agua fría que se daba todas las mañanas. Sus ojos, que habían sido grandes y hermosos, conservaban todavía un chispazo azul, como el fuego fatuo bailando sobre el osario.

Decía el cura Fernández, que conoció y trató á D. Fadrique, y de quien sabía muchas de estas cosas mi amigo D. Juan Fresco, que D. Fadrique refería con amor la anécdota del bolero, y que lloraba de ternura filial y reía al mismo tiempo, diciendo mi padre era un vándalo, cuando se acordaba de él, dándole de latigazos, y retraía á su memoria á las damas aterradas, sin dejar una de ellas de tocar la guitarra, y á él mismo bailando el bolero mejor que nunca.

No tardaron éstos en tomar el compás de la vihuela y era cosa de verlos con los pies en el aire, bailando sobre las manos, con tanta presteza y facilidad como si toda la vida hubiesen andado en aquella postura. ¡Más aprisa, más aprisa! gritaban al tañedor, que los complacía riéndose á carcajadas. ¡Bravo, don alfeñique! exclamó por fin uno de los danzantes, dejándose caer rendido sobre la hierba.

Palabra del Dia

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