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Actualizado: 26 de julio de 2025
Ya te he visto bailando con mi sobrinita le dijo . ¿Por qué no le haces el amor? ¿Para qué? Para casarte. ¡Horror! Pero chica, ¿qué te he hecho yo para que me aborrezcas tanto? Vamos, ven aquí. Has de ser formal dijo ella poniéndose grave, adoptando un aire maternal . Esperanza no es hermosa, pero tampoco desagradable. Tiene la frescura de la juventud y está enamorada de ti ... me consta....
En un teatro del Bulevar habían dado una opereta sobre el rapto de la gitana, con bailes de toreros, coros de frailes y demás escenas de exacto colorido local. El Chivo acabó por transigir con este yerno de la mano izquierda, admitiendo sus indemnizaciones, y siguió bailando en París con las niñas, en espera de otro ruso.
Todos esperaban de un momento a otro verle tendido en el suelo; pero él seguía bailando, adivinándose el esfuerzo de su voluntad, su resolución de perecer antes que confesar su flaqueza. Se cerraban ya sus ojos con el vértigo, cuando sintió que le tocaban en un hombro, según costumbre, para que cediese la pareja. Era el Ferrer, que se lanzaba a bailar por primera vez en la tarde.
Y sin romper el misterioso silencio de la danza sagrada, mientras se contoneaban, graves y meditabundos, con todas las potencias intelectuales fijas en el movimiento de los pies, reconocieron los dos la necesidad de no perder la pareja para seguir bailando eternamente.
Nieves, que le miraba de hito en hito, viéndole tan apurado se echó a reír y le puso las manos sobre los hombros. ¿Quieres que me ponga a bailar por la noticia? le preguntó . Dime que sí, y ya estoy bailando. ¡Pataratas! respondió Bermúdez fingiéndose más contrariado de lo que estaba . Yo no quiero extremos, Nieves: no quiero otra cosa que lo regular.
Bailando repliqué, en el Brocken con otras brujas. No se puede sacar una palabra racional de esta chiquilla, dijo moviendo la cabeza. A preguntas necias... repliqué. ¡Vaya! no volveré a abrir la boca dijo riéndose; de lo contrario se me serviría desde por la mañana un plato de necedades como en mi vida he comido. Marta me dirigió una mirada de reproche.
También soñé con mi tío bailando en la cocina, junto a la lumbre, unas seguidillas que cantaba la mujer gris tañendo una sartén muy grande; y después con don Pedro Nolasco, el cual comía becerros crudos y troncos de abedul y peñascos de granito con bardales, mientras iban comiéndome a mí, fibra a fibra y muy poco a poco, el Tedio y la Melancolía, un matrimonio de lo más horrible, que vivía en el fondo de un abismo sin salida por ninguna parte.
Ya he estudiado bastante los misterios del Océano. ¡Lo caros que me cuestan!... He soñado un poco, y voy ahora á reanudar allá mi trabajo mal pagado de jornalero de la ciencia. Otra vez piensa en ella. ¿Ha visto usted?... La pobre duquesa, que la hizo cuanto es, arriba en su sepultura, y ella aquí bailando, unos meses después de su muerte.
Cuando me levanté, al día siguiente por la mañana, tenía zumbidos en la cabeza, y ante mis ojos bailaban manchas de luz verdes y amarillas. Al ver mi semblante, Marta juntó las manos por encima de su cabeza, y Roberto, que otra vez estaba sentado en la esquina del sofá, envuelto nuevamente en nubes de humo, exclamó: ¿Has pasado la noche llorando o bailando?
Todo eso sólo me prueba las singulares costumbres de una sociedad que no sabe ser caritativa sino bailando, toreando y jugando a la lotería.... No hablemos de eso: ya conozco estas heroicidades y las admiro: también eso tiene su mérito, y no poco.
Palabra del Dia
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