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Actualizado: 3 de junio de 2025


Un momento después, nadie se burlaba del bravo Migajas. Poco á poco, con saliva y cierta destreza ingénita, se iban curando todos los desperfectos; que esta ventaja tiene la cirugía muñequil. La Princesa, repuesta de su desmayo con las esencias que en un casco de avellana le trajeron sus pajes, llamó aparte al granuja, y llevándole á su camarín reservado, le habló á solas de esta manera: XII

Se trajo la guitarra, y el clérigo comenzó a cantar hondo y gorgoriteado por lo flamenco una copla, que si mal no recuerdo decía así: Eres como la avellana, chiquita y llena de carne, chiquita y apañadita como te quiere tu amante. D. Alejandro era alpujarreño, y a decir verdad, cantó ésta y otras coplas por el estilo infinitamente mejor que el Spirto gentile.

Pero en ese terreno cunde mejor la avellana que en el nuestro. Estoy en fe que tu padre no apañó menos este año de diez ó doce cargas. Diga usted quince, tío Lalo, y dirá la verdad replicó el chico sonriendo triunfalmente. ¡Lo ves ! El tío Lalo se puso á loar las tierras de secano por lo mismo que las suyas eran de regadio.

La bella esposa del anfitrión no se cansaba de decir y hacer travesuras, de tal modo que el regocijo no decaía un instante. Mas ¡ay! aquella nube sombría, temerosa, que había cruzado sobre la mesa no mucho antes, el viento de la fatalidad la empujó de nuevo hacia ella. El helado que sirvieron al terminar la comida era de avellana. A Elena no le gustaba el helado de avellana.

Debe también decirse que la amoladora es extraordinariamente guapa... un verdadero bocado de cardenal, pizpireta, muy mona, bien formada y además tiene la piel muy blanca y los ojos de color de avellana que siempre miran a los hombres riéndose. ¡Si por casualidad, querido parisiense, llega usted alguna vez a pasar por Beaucaire!...

Pero de todo triunfaba aquel bendito. ¿Y cómo no, si sus manos parecía que no tocaban las cosas; si su vista era como la de un lince, y sus dedos debían de ser dedos del céfiro que acaricia las flores sin ajarlas?... ¡Qué diablo de hombre! Habría sido capaz de hacer un rosario de granos de arena, si se pone a ello, o de reproducir la catedral de Toledo en una cáscara de avellana.

Eran, según ella, esmeraldas como nueces, diamantes que arrojaban pálidos rayos, rubíes como pepitas de granada, y oro finísimo, oro de la mejor ley, que valía cientos de miles.... Torquemada, después de abrir y cerrar estuches, encontró lo que buscaba: una perla enorme, del tamaño de una avellana, de hermosísimo oriente; y cogiéndola entre los dedos, la mostró á la vieja.

Poseía más de treinta cabezas de ganado mayor, casa, huerta, algunos campos extensos, muchos castañares y sobre todo un número tan considerable de emparrados de avellana que le hacía recoger algunos años cuarenta cargas de esta fruta. ¡Y en aquella época valía la carga veinte duros!

Había echado unas carnazas y unas barbas de a pulgada, que no parecía el mismo: aquel mozo lánguido del chaqué avellana, que rondaba el barrio, escapado del almacén, donde llevaba los libros, sino un rentista satisfecho y protector.

Desde el delicado griñón, que no conoces, hasta la sabrosa pavía; desde la avellana hasta la pera de manteca, y variadas manzanas, ciruelas riquísimas, uvas, membrillos, melocotones, nueces y castañas, todo lo hallarás en sazón. Porque aquí reinan á un mismo tiempo las cuatro estaciones, según que subas ó bajes, ó que camines al Norte ó al Mediodía.

Palabra del Dia

rigoleto

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