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Sobre el pequeño cerro que lo domina, en una meseta, está Canzana, lugar de más caserío, rodeado de árboles, mieses, prados y bosques deliciosos. Sólo veían de él las manchas rojas de sus tejados; tanto le guarnecen los emparrados de sus balcones y los frutales de sus huertas.

El visitante puede hacer un verdadero estudio de la botánica cosmopolita, siguiendo paso á paso los grupos científicamente preparados al aire libre ó en invernáculos, dentro de las aguas de los estanques pintorescos de agua dulce ó marina, ó sobre los emparrados, enrejados y techos que les dan protección á las lianas, enredaderas parásitas y plantas trepadoras de todo género.

Como testimonios mudos pero elocuentes de este fondo poético que algunos pretenden negar, suelen verse bajo los frescos emparrados, donde la luz se cierne mansa y dormida, o sobre el fino tapiz de la yerba, entre setos de boj y cinamomo, algunas cabezas de sardina y no pocos residuos de huevos cocidos. El Sr.

Poseía más de treinta cabezas de ganado mayor, casa, huerta, algunos campos extensos, muchos castañares y sobre todo un número tan considerable de emparrados de avellana que le hacía recoger algunos años cuarenta cargas de esta fruta. ¡Y en aquella época valía la carga veinte duros!

Chirriaban las puertas al abrirse, veíanse bajo los emparrados figuras blancas que se desperezaban con las manos tras el cogote, mirando el iluminado horizonte. Quedaban de par en par los establos, vomitando hacia la ciudad las vacas de leche, los rebaños de cabras, los caballejos de los estercoleros.

Un entendido y juicioso escritor de bellas artes hace la siguiente felicísima enumeracion de partes del monstruoso estilo arquitectónico practicado en tiempo de Cárlos II . «Las columnas, ora espirales y cubiertas de emparrados, ora surcadas de singulares estrías y agallones, ora panzudas y rechonchas, ó larguiruchas y chupadas, alternaban con estípites y cariátides, balaustres y pilastras, aquí y allí esparcidas y estrañamente apolazadas con recortes, escocias, gargantillas, y hasta nuevos capiteles, encaramados unos sobre otros.

Restauradas las fuerzas, la alegría se desbordaba de aquellas almas. «Ya no me marean los algarrobos decía Jacinta ; bailad, bailad. ¡Mira qué casas, qué emparrados! Y aquello, ¿qué es?, naranjos. ¡Cómo huelen!».

El peatón postal, único eslabón que los unía con el mundo circunvecino, contaba algunas veces maravillosas historias de Campo Rodrigo, diciendo a menudo: Allí arriba tienen una calle que deja muy atrás a cualquier calle de Red-Dog; tienen alrededor de sus casas emparrados y flores, y se lavan dos veces al día; pero son muy duros para con los extranjeros e idolatran a una criatura india.

Este jardín conserva todavía el mismo aspecto; únicamente los árboles, algo envejecidos, tapizan sus troncos con algunas manchas mohosas; pero los surcos de rosales y claveles extienden sus lozanos pimpollos sobre la arena de las sendas; y cantan los ruiseñores en las noches de estío entre los emparrados y las enramadas.