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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Quería ver a Magdalena aquel día, a todo trance. «Ya no habrá me decía subterfugios, ni disfraces, ni habilidad, ni barreras que prevalezcan sobre lo que yo quiero y contra la certidumbre que tengoLlevaba en la mano las flores rotas, las miraba y las cubría de besos, las interrogaba como si guardasen el secreto de Magdalena, las preguntaba qué había dicho ella cuando las desgarraba, si eran caricias o insultos... Y no qué sensación desenfrenada me replicaba que Magdalena estaba perdida y que ya no tenía más que atreverme.

, señor, ahora me atrevo... y no respondo de volver a atreverme jamás. Le confesó que estaba encinta.

Después que la poetisa hubo mostrado en todo su esplendor, adornándole con las galanuras del estilo, su incomparable ingenio; después que me dejó corrido y vergonzoso por la diferencia que resultaba entre su inventiva maravillosa y el seco, estéril y encanijado parto de mi caletre, ¿cómo había de atreverme á continuar leyendo?

Lloro por mi señor y por el valiente Simón Aluardo, y no cómo atreverme á comunicar la pérdida del primero á la baronesa y á su hija, suponiendo que no tengan ya noticia de su desgracia. ¡Ay de ! exclamó Tristán dando un gemido que espantó á los caballos. Duro es el trance en que os véis y también yo lamento la muerte de ambos.

No sino que el menguado me quitó cuanta ropa llevaba puesta dejándome en gregüescos y después me enjaretó este sayal blanco, quedándome yo aquí corrido y sin atreverme á volver al pueblo y mucho menos á presentarme á mi mujer, que si me ve en esta guisa pondrá el grito en el cielo, tratándome de borracho y correntón.

»No se mostró sorprendida al verme, ni me miró con dureza. Esto solo me dio un gran consuelo y fuerzas bastantes para atreverme a sentarme a su lado; pero no supe qué decirla. Temblaba yo como una hoja de otoño próxima a caer de la rama sin jugos. »Estando en estas indecisiones, reparó ella en traje, y me preguntó con voz algo empañada y muy débil: » ¿Vas a salir? » , hija mía respondí.

Esto de que me lancen del favor del rey, que me reduzcan á una vida obscura... esto no puede ser, y no será... Quevedo... Quevedo tiene ingenio bastante para dar al traste con toda esta falange de cortesanos hambrientos y miserables... Quevedo me impondrá duras, durísimas condiciones... pero no importa... más vale ceder en secreto ante un solo hombre, que no caer en público combatido por tantos. ¡Oh! creo que debo dar una lección al rey, que debo retirarme... mostrarme enojado; si yo hubiera hablado ya con Quevedo, vería si podía atreverme á presentar al rey mi renuncia del empleo de secretario de Estado universal; pero sin contar con don Francisco, sería una locura.

Y lo es, señor don Alejandro; y va el Flash tan guapamente con un par de tablas de la cubierta debajo del agua. ¡Canástoles! ¿Quiere usted verlo?... ¿Se atrevería usted, Nieves? ¡Pues no he de atreverme? respondió ésta como extrañada de que Leto lo pusiera en duda.

¿Y qué le contesto, si no qué contestarle? ¿No crees que va a arrepentirse no bien le diga que ? ¿Crees que me ama de veras, con todo el ser de su vida como yo necesito ser amada; como yo le amaría si me amase? Vaya si lo creo. Sus palabras infunden la creencia en el entendimiento más inclinado a dudar. Óyele, y quedarás convencida. Quiero atreverme a decírtelo.

Yo, que estoy viendo á estos marineros, embutidos materialmente en el laberinto de los modernos adelantos, sin reparar siquiera en ellos; descansar estoicamente sobre el remo en sus lanchas, sin dirigir una mirada de curiosidad á la rugiente locomotora que, al llegar al muelle, á veinte varas de ellos, agita el agua sobre que se columpian; rodear una legua, por el Alta, para ir al otro extremo de la población, por no atravesar ésta por sus modernas y animadas calles; yo que , en una palabra, hasta qué punto conservan las aficiones y las costumbres de sus abuelos, á pesar de haber invadido sus barrios la moderna sociedad con su nuevo carácter, me he resistido á creer en uso entre ellos, en la actualidad, escenas como las que voy á referir; y sólo después de haberlas palpado, como quien dice, he podido atreverme á asegurar, como aseguro, que no es la Buena Gloria una costumbre perdida ya entre los recuerdos de la antiquísima colonia de pescadores, favorecida ... y asustada, en una ocasión, con la presencia del rey Don Pedro I de Castilla.

Palabra del Dia

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