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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Sus pasos huecos, en la soledad de la capilla, tienen una vaga resonancia, y las palabras un misterio de sombra. ¿Dónde está enterrada? Esta losa la cubre, señor. Es preciso que la levantemos, Don Manuelito. ¡Quiero verla! Nuestras fuerzas no bastan, señor. ¡Piedra, piedra, levántate! Don Juan Manuel se arrodilla ante la sepultura, y entenebrecido, y suspirante, reza en voz baja.

El judío, un anciano de barba terrosa, túnica de color castaño y gorro de terciopelo, levanta al cielo el rostro, pone ojos suplicantes, besa las babuchas de Sid'Omar, inclina la cabeza, se arrodilla, junta las manos... No entiendo el árabe; pero por la pantomima del judío, por sus palabras juez de paz, juez de paz, que repite frecuentemente, adivino este discurso: Confiamos en la rectitud de Sid'Omar, Sid'Omar es prudente, Sid'Omar es justo... Sin embargo, el juez de paz resolverá mucho mejor esta cuestión.

El español lánzase furioso tras él, lo alcanza en la calle, y ¡pim, pam! por dos veces lo abofetea en los carrillos... El Iscariote se arrodilla con los brazos en cruz... El español, un poco avergonzado, vuelve a entrar en la tienda... Al verlo se levanta el judío y pasea una mirada socarrona por la abigarrada multitud que lo rodea.

La Naturaleza humana abre al fin los ojos, se arrodilla, y da las gracias al Creador por haberla hecho de la nada; el divino Orfeo le concede el predominio de la tierra, y se entrega al descanso en brazos del séptimo Día. La esfera celeste se cierra de nuevo. El Príncipe de las tinieblas oye con rabia y desaliento los cánticos de alabanza, que la Naturaleza humana dirige á la reciente Creación; llama al barquero Carón, y le confiere el señorío de las negras aguas, con orden de no pasar á nadie sin someterlo antes á su dominio.

Juventud, esperanza de mi tierra, es grandioso y sublime tu destino... Sigue avanzando... ¡Tu progreso encierra la redención del pueblo filipino!... La virgen desposada lleva floridos ramos, radiante de ternura y de felicidad. Se arrodilla ante el ara. Y, con dulces reclamos, ofreciendo a Dios flores, jura fidelidad...

El Alma se presenta con vestido de penitente, y se arrodilla contrita delante del Señor, que la acoge benigno; le promete el perdón, porque su arrepentimiento es sincero, y le ofrece el Sacramento del Altar como prenda de su gracia. El auto segundo, cuyo argumento expondremos también, y que se titula Las aventuras del hombre, comienza con la expulsión del Paraíso de nuestros primeros padres.

¡Qué singulares matrimonios se hacen ahora! dice. Todo desaparece ante la fortuna... Todo el mundo se arrodilla ante el becerro de oro... Qué costumbres... No hay noticias del señor Baltet... La de Ribert le espera todos los días... ¡Y yo!... Dígale usted que en seguida, señora, no le haga usted esperar le digo muy bajo. De modo que hay que decir ... ... ... ...

Porque el viento hace temblar sus nidos de barro. Y buscan en los estanques el reposo apetecido. Cuando la viuda de la aldea se arrodilla sobre los hilos que se desprenden de su rueca. Pagando con el rezo su tributo a los muertos: Siento en mi pecho un canto sonoro, que no es del goce de la vida. Ni es producido por los recuerdos de mi infancia.

Esta criatura se deleita descubriendo y cogiendo para su madre un ranúnculo de botón de oro entre el musgo; viene luego a esparcir su cosecha a puñados sobre la hoja dibujada para recibir en recompensa un beso, y corriendo, vuelve a buscar flores entre la hierba, y cuando se arrodilla para coger una mariposa posada en una flor, ocultándose enteramente su cuerpo bajo el flotante velo de sus cabellos dorados por el sol, en su lugar, en vez de un cuerpo infantil, creeríamos que hay una madeja de seda puesta al sol como hacen las lavadoras de capullos.

Entonces el aire del mar refresca el aire abrasador; los negros extienden la tienda rayada sobre la terraza, y uno, tendido sobre un muelle cojín, aspira el vapor del tabaco levantino, que se perfuma al atravesar un agua de rosas y de lilas, y después, una hermosa joven de Candía o de Samos, se arrodilla ante uno ofreciéndole ruborizada un sorbete helado en una copa ricamente cincelada.

Palabra del Dia

aprietes

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