United States or Laos ? Vote for the TOP Country of the Week !


Nunca el soldado lanzándose con sublime arrojo contra el arma enemiga, nunca el mártir al entrar en el circo con santa resignación estuvieron más dispuestos a morir que Amaury al volver a la casa donde había muerto su amada.

Disipado el humo, tornaron a ver a don César cargando tranquilamente su arma. Al dispararla, gritó otra vez con más fuerza: ¡Viva Carlos Séptimo! ¡Mal rayo te parta, viejo zorro, me has destrozado un brazo! exclamó el sargento Alcaraz llevando la mano a la herida. ¡Segunda fila, apunten, fuego! dijo el teniente. Tampoco se consiguió nada. Don César disparó de nuevo, gritando: ¡Viva la religión!

Pierde cudiao, Baldomero repuso el anciano con la voz anudada y llevándose la mano al corazón. Tus hijo serán lo mío. En aquel instante se oyó un gran vocerío en la plaza. Era la plebe, que saludaba la entrada del quinto toro. El Cigarrero se dejó caer sollozando en los brazos de Miguel. ¡Qué tristesa, D. Miguelito del arma, qué tristesa!

¡Mátame! ¡Seré suya hasta la tumba! ¡Cállate, o te mato! ¡Hasta la tumba! No hay uno solo de mis pensamientos, ni un latido de mi corazón, ni un movimiento de mi alma, ni una fibra de mis carnes, que no sea suya... Yo alcé el arma. La mirada fulguraba, su voz cantaba: En la vida, hasta más allá de la muerte, de él solo... El tiro partió...

Y como esto le pareció cursi y algo anfibológico, añadió algunas palabras, no menos vulgares y frías. No comprendía él todavía que aquello de hacerse el interesante, si hubiera sido ridículo tratándose de otras mujeres, era la mejor arma contra la Regenta.

Los papúes van muy mal armados y son incapaces de resistir un ataque de hombres provistos de armas de fuego. Los arcos que emplean son de poca eficacia, sus mazas de palo valen poco, y sus lanzas tienen la punta de hueso; pero emplean un arma peligrosa: la flecha envenenada, que lanzan con cerbatana; arma que se presta mucho a la guerra de emboscadas, y que causa heridas mortales.

Los negritos que ocupan las montañas de Ilocos más bien se extienden hacia la parte de Ilocos Norte que hacia el Sur; se diferencian poco de los demás negros de los otros montes de las islas; su escaso vestido suele ser de cáscara ó corteza de árboles ó alguna manta tosca; pagan reconocimiento cuando se les puede hallar, reconocen por reyezuelo al más viejo entre ellos, y entierran sus difuntos en el monte, poniendo junto al cadáver eslabón, piedra, yesca, un arma y un pedazo de carne de venado, y todo el que de ellos pasa próximo, ha de dejar algo de lo que cogió en la caza ó le dieron los cristianos

Por dicha para el virrey, el capitán era un mancebo ágil y forzudo, que con la mayor presteza se lanzó sobre el asesino y le sujetó por la muñeca. El sacrílego bregaba desesperadamente con el puño de hierro del joven, hasta que, agolpándose los frailes y devotos que se encontraban en la iglesia, lograron quitarle el arma. Aquel hombre era Juan de Villegas.

De fuera, en la campaña, al pozo del agua, que estaba un tiro de cañón lejos del fuerte, hacia la parte del Zoco donde los moros hacían el mercado, pasó una compañía de arcabuceros para hacer la guardia hasta la marina, que ni más ni menos tenía su socorro cuando hobiese arma.

Arma poderosa para combatirla fue la ardiente caridad con que la Regenta se consagró a defender y consolar a De Pas cuando sus enemigos desataron contra él los huracanes de la injuria, que Ana creía de todo en todo calumniosa. La idea de sacrificarse por salvar a aquel hombre a quien debía la redención de su espíritu, se apoderó de la devota.