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Actualizado: 29 de junio de 2025
Indudablemente no tenía bastante para tal compra. Luego, en otra tienda adquirió un cuchillo para Pepet, el más grande y pesado que encontró, un arma absurda, capaz de hacerle olvidar la de su glorioso abuelo.
Todas las miradas eran para un hombrecillo con calzones de pana y negro pañuelo en la cabeza, enjuto, bronceado, de fuertes quijadas, y que tenía al lado un pesado retaco, no cambiando de asiento sin llevar tras sí la vieja arma, que parecía un adherente de su cuerpo.
La Policía hace entrar sus satélites a la habitación misma de Quiroga en persecución del huésped de la casa, y Facundo, que se ve tratado tan sin miramiento, extiende el brazo, coge el puñal, se endereza en la cama donde está recostado, y en seguida vuelve a reclinarse y abandona lentamente el arma homicida.
Había declarado que no se servía de su arma habitualmente; pero ¿quién sabe de lo que es capaz un torpe dominado por el miedo? Lo menos que podía hacer, era despertar á todo el castillo. ¡Y entonces, escándalo, lucha, prisión acaso! En un momento, el cerebro sobrexcitado de Herminia imaginó muchos dramas. Bobart venía, sin embargo, muy pacíficamente.
Todos estos Capitanes se señalaron esta jornada como buenos soldados en todo lo que se les encomendó. Este mesmo día esperábamos que diesen asalto al fuerte, porque estaban los turcos en arma con demostración de querer arremeter.
Pero, ¿y si amaba a otro?... Usted ha confesado que sospechaba su nuevo amor... ¿Por qué había de matarse si amaba a otro? ¿De quién podían venir los obstáculos e impedimentos para su nueva felicidad? De ella misma. ¿Qué quiere usted decir? Sus sentimientos sobre el deber, el respeto, la honradez eran elevadísimos. Si usted sospechaba que quería matarse, ¿cómo no le quitó esa arma?
Y con voz sorda, el arma en la mano, la prometí: «Si no le dejas, te mataré.» Ella volvió a juntar las manos, siempre suplicante: «¡Máteme!...» «¿No quieres dejarle?» «¡Máteme!...» «¿No?» oí los pasos de Zakunine, su voz que llamaba. ¡La maté! Jadeante, se calló. ¿Y no se arrepiente usted? No me arrepiento.
Es un tiro descomunal, pero nada prueba á favor de vuestra arma, robusto amigo, porque para llegar á tal distancia os habéis convertido vos mismo en arco y eso no era lo pactado. ¡No deja de ser verdad lo que decís! asintió Simón riéndose.
Est Deus in nobis respondió éste moviendo la cabeza de un lado a otro, como quien afirma algo bueno que es además indiscutible . No hay que darle vueltas, est Deus in nobis, semper et ubique. Y si no fuera así, pobres de nosotros a cada chapucería de las que arma Satanás en las disputas de los hombres.
Pero el arma fatal había caído de las manos de Carlos. »Ya lo ve usted me dijo; es más fuerte que yo. Sin usted, ¿qué sería yo en este momento? ¡Un parricida!... murmuró en voz baja, y temblando con todo su cuerpo, permaneció con la cabeza apoyada entre sus manos. »Con objeto de que volviesen a su imaginación ideas menos tristes, me aproximé a él y le hablé del proyecto de nuestro matrimonio.
Palabra del Dia
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