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Actualizado: 29 de junio de 2025


La primera manifestación que hizo de sus ideas acerca de la libertad humana y de la propiedad colectiva consistió en meter mano a las velas de colores. Una de las niñas llevó tan a mal aquella falta de respeto, y dio unos chillidos tan fuertes que por poco se arma allí la de San Quintín. «¡Ay Dios mío! exclamó Benigna . Vamos a tener un disgusto con este salvajito...».

Salomé estaba amarilla y jadeante de rencor, envidia y ansiedad. Sus labios, entreabiertos, mostraban los blancos y finísimos dientes, como si quisiera infundir miedo á su rival con aquella arma.

, para matarte y matarme... dijo Maxi en un tono que no pudo ser tan lúgubre como él deseaba, pues el arma empezó a causarle miedo, a causa de que en su vida había tenido en las manos un chisme de tal clase... ¡Qué cosas tienes! dijo ella palideciendo . no sabes lo que te pescas... Pareces tonto... Matarme a , ¿y por qué?...

Ella me contestó, atónita, riéndose: ¿No lo crees? ¿Cómo te lo haré creer?... Escucha: si no fuera verdad, ¿yo habría querido morir? me has encontrado con el arma en la mano; he escrito ya una carta de postrer adiós; iba a escribir mi testamento: después le habría escrito a él. ¿Crees que yo habría querido, habría podido dejarlo de esa manera?

Le veía siempre tan tranquilo, tan sereno, tan dispuesto a todo, con su fisonomía amable, de rasgos un poco fríos, la mirada impertinente para todos los que no eran sus amigos, y aquella sonrisa rápida y seductora de la cual sabía hacer oportunamente tan pronto una caricia como un arma ofensiva.

Ella, puesto un dedo en el gatillo, le contempló fijamente. Se adivinaba su familiaridad con el arma que tenía en la mano. No debía ser la primera vez que la sacaba á la luz. La indecisión del marino fué breve. Con un hombre, su garra se hubiese apoderado de la mano amenazante, torciéndola hasta romperla, sin que le inspirase miedo el revólver.

Para el forzudo Batiste era un arma terrible este asiento de fuertes travesaños y gruesas patas de algarrobo, con aristas pulidas por el uso.

Entrase CIPION y los suyos, y luego tocase al arma en la ciudad, y al rumor sale MORANDRO herido y lleno de sangre, con una cestilla blanca en el brazo izquierdo con algun poco de vizcocho ensangrentado, y dice: MORANDRO. No vienes, Leoncio, di? Qué es esto, mi dulce amigo? Si no vienes conmigo, Cómo vengo yo sin ? Amigo, qué? te has quedado? Amigo, qué? te quedaste?

Los resultados de la autopsia no arrojaban luz alguna: el examen de la herida redonda, ennegrecida por el humo del arma, demostraba que el tiro debía haber sido disparado de un distancia de cerca de medio metro, y si esto confirmaba la hipótesis del suicidio, no excluía la del asesinato, que el homicida habría podido tirar de cerca.

Iba a salir el enemigo: ¡atención!... Empuñó la escopeta para hacer fuego apenas se mostrase el extremo del arma enemiga; pero quedó inmóvil y confuso al ver que era una falda negra rematada por unos pies desnudos dentro de viejas alpargatas, y sobre esto un busto mísero, encorvado y huesudo, una cabeza cobriza y arrugada, con sólo un ojo, y ralos cabellos grises que dejaban brillar entre sus mechas el barniz de la calvicie.

Palabra del Dia

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