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Un instante nada más: lo indispensable para sacar del estudi el saquito de plata, producto de la cosecha. ¡Ah, buena Teresa! No era necesario que contuviese al marido, sufriendo sus recios empujones. Una barraca arde pronto; la paja y las cañas aman el fuego.

"Mi amor a decía arderá como el sol que siempre arde: ese sol, alma mía, da en otros horizontes vida al día que aquí mata en los brazos de la tarde. Sus alas extendiendo, la plúmea turba al aire ofrece en salva sonoroso estruendo, la tarde aquí con pena despidiendo, allá dichosa saludando al alba."

Se estremeció ligeramente y miró en torno. Después se lanzó hacia y asiéndome el brazo dijo: ¡No estés en pie! ¡No, siéntate! Estás herido. ¡Aquí, siéntate aquí! Me hizo sentar en el sofá y apoyó la mano en mi frente. ¡Cómo te arde la frente! dijo cayendo de rodillas a mi lado. Reclinó la cabeza sobre mi pecho y la murmurar: ¡Pobre amor mío! ¡Cómo te arde la frente!

Es que no has pensado nunca en esto... Si experimentas una angustia tan brutal, todo pasará y no te quedarán después sino las cenizas... No te entiendo... no puedo entenderte. Si tu pasión arde así, con esa violencia, quemándote la carne y la sangre, no viene de tu espíritu, sino de tu naturaleza agitada, convulsionada.

Y Juara entre tanto se ponía apresuradamente unas medias y unos zapatos que le había dado el ventero. Saca los caballos dijo á este último Juara , y toma un ducado. El ventero tomó la moneda y sacó dos caballos. Quevedo y Juara montaron y se encaminaron á Madrid. ¡Oh! ¡y cómo arde la quinta! dijo Juara no entráis en parte donde no hagáis daño.

Dios me lo perdone... es horrible lo que voy a decir, pero lo siento aquí en el centro del pecho, me arde aquí, en la frente calenturienta; yo por él daría hasta la salvación de mi alma. ¡Jesús, María y José! interrumpió Antoñona. ¡Es cierto; Virgen santa de los Dolores, perdonadme, perdonadme... estoy loca... no lo que digo y blasfemo!

¿No la veréis vosotros la América que nosotros soñamos; hospitalaria para las cosas del espíritu, y no tan sólo para las muchedumbres que se amparen a ella; pensadora, sin menoscabo de su aptitud para la acción; serena y firme a pesar de sus entusiasmos generosos; resplandeciente con el encanto de una seriedad temprana y suave, como la que realza la expresión de un rostro infantil cuando en él se revela, al través de la gracia intacta que fulgura, el pensamiento inquieto que despierta?... Pensad en ella a lo menos; el honor de vuestra historia futura depende de que tengáis constantemente ante los ojos del alma la visión de esa América regenerada, cerniéndose de lo alto sobre las realidades del presente, como en la nave gótica el vasto rosetón que arde en luz sobre lo austero de los muros sombríos.

Se repuso un poco después de un largo trago de aguardiente, y continuó: Entro, y figúrate qué espectáculo: el cuerpo de mi pobre viejo Kernok cubierto de una ancha llama azulada que le corría de la cabeza a los pies, lo mismo que cuando arde un ponche. Yo me aproximé y le eché agua; ¡bah! aún ardía más fuerte, porque estaba casi cocido. Grano de Sal palideció.

Es un parecido vago, en el que es muy difícil reparar cuando el semblante de ese joven está tranquilo; pero cuando se exalta, cuando su mirada arde... entonces el parecido es maravilloso: yo creo que se parece más ese joven al duque en el alma que en el semblante, y como en ciertas situaciones el alma sale á los ojos... , cuando se ama por primera vez...

El anciano, así insultado, expresa en frases entrecortadas su dolor por el desamparo en que lo dejan sus años, y la sed de venganza que arde en su pecho. Toda la escena es un modelo en su clase, y el diálogo de extraordinaria vivacidad.